Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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VII. Ad. Mauricio Abadi En su publicación, “La transferencia”, Abadi (1982) afirmó lo siguiente: “Si antes de Freud la psicología era una ciencia que se desarrollaba en una dimensión temporal, como la música, con Freud la psicología se convirtió en una disciplina que se desarrolla como la pintura, en las tres dimensiones del espacio virtual.” (p.4) Todo ser humano es un agente capaz de transportar (una noción conectada con el término transferencia) cosas hacia un objeto, es decir, un agente de sustituciones. La transferencia (Übertragung), según Abadi, es la sustitución y el desplazamiento (Verschiebung) de los afectos de un objeto a otro objeto que actúa como sustituto. La transferencia no es la única responsable del amor del analizando, sino que cualquier clase de amor es amor de transferencia. Dentro de la transferencia se produce un “proceso de presentificación”, una presencia evanescente que actualiza el pasado, disuelve la ausencia y hace que las cosas ocurran de forma mágica e ilusoria. Estos son los fantasmas de la infancia que tienen sometido al sujeto. Abadi emplea un modelo de puesta en escena para explicar que la transferencia no corresponde a la mera recuperación de experiencias, sino que constituye una especie de collage gracias al cual se combinan aspectos infantiles con aspectos pertenecientes al desarrollo posterior del sujeto. Esta conexión aporta un nuevo significado y da significancia a los anteriores ( Nachträglichkeit ). Durante el proceso de transferencia, cambian dos personas: el paciente, que se “transfiere” a sí mismo la imagen del niño que fue y la relación que tuvo con el objeto, y el “otro”, el objeto relacional sobre el que el paciente transfiere la imagen. Por esta razón, Abadi sugiere que existe la transferencia de imágenes y la transferencia de relaciones personales. Ese “otro” que aparece en la transferencia será investido de afectos, imago y partes del Yo, lo que convertirá la interacción en una relación narcisista. Es decir, la transferencia constituye una relación narcisista con un objeto de soporte (una relación anaclítica), sin el cual ésta resultaría imposible. Esta relación narcisista consiste en intentar poseer el objeto que se presenta como otro; en otras palabras, existe una relación con alguien que, al no ser yo, me puede proteger. Sin embargo, el narcisismo le incita a transformar ese otro en una parte de sí mismo, cosa que le impide reconocer su dependencia dolorosa y angustiosa (desautorización). El “otro” es, por tanto, invadido, penetrado, colonizado e infiltrado por partes de su propio Yo. Abadi se remonta a los orígenes de la transferencia, cuando el niño experimenta el abandono, que enfrenta incorporando ese “otro” al mismo tiempo que desautoriza su propia dependencia. Por tanto, el proceso analítico consiste en que el paciente pueda reconocer, en algún momento, que el otro es otro y no parte de sí mismo. Según Abadi, esto separa el psicoanálisis de otros tipos de terapias. Cuando se disuelve la transferencia, la realidad puede apreciarse como “otredad”.

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