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interpretación directa que destruya la transferencia propiamente dicha” (Abadi, 1980, p.700).
VII. Ae. Willy Baranger y Madeleine Baranger En 1946, Willy y Madeleine Baranger llegaron desde Francia a Argentina, donde se unieron al movimiento psicoanalítico que se estaba expandiendo en el país. Más tarde, cuando se mudaron a Montevideo, ayudaron a constituir el Movimiento Psicoanalítico Uruguayo, pero en 1966 regresaron a Argentina, donde establecieron su residencia definitiva. Los Barangers creen que el proceso analítico es un movimiento dialéctico y que en él coexisten el proceso y el no proceso. Cuando el proceso analítico se detiene, el analista es quien debe averiguar cuál podría ser el obstáculo. Ellos proponen una “segunda mirada” que incluya tanto al analista como al paciente, constituyendo así un campo dinámico. Este obstáculo no sólo se interpone en la transferencia del analizando, sino también en la contratransferencia del analista. El analista dirige su atención a la “segunda mirada” en cuanto abandona la “atención flotante”, y es entonces que aparecen experiencias corporales, movimientos imaginarios o ciertas imágenes, entre otras cosas. Todo ello indica que están emergiendo nuevas estructuras (fantasías inconscientes que son compartidas por ambos y que, además, son el resultado de la interacción de identificaciones recíprocas) en el encuadre analítico. Se cree que las dinámicas de campo vienen dadas por las transformaciones de estas fantasías que, a su vez, despiertan un sentido de ambigüedad espaciotemporal y una sensación de “como si” en el campo analítico. Las ideas de Merleau Ponty y K. Lewin influenciaron la teoría de campo de los Barangers. Para ellos, el sujeto y el objeto se comportan como un campo y se definen entre sí. Es decir, no estamos frente a dos cuerpos diferentes, o dos personas diferentes, sino frente a dos sujetos divididos por un proceso de triangulación inicial. La pareja analítica constituye una tríada en la que falta el cuerpo de uno de sus miembros, pero no su experiencia. De ahí que los Barangers sustituyan la noción de campo dinámico por la de campo intersubjetivo. Ellos priorizan los aspectos corporales y emocionales de la comunicación analítica y, además, establecen una distinción entre los conceptos de encuadre y proceso. Como resultado de estas dinámicas, se crea una neo-formación, una estructura estancada y cristalizada que dificulta el proceso y que ellos llaman “bastión”. Esta estructura se forma alrededor de una organización “fantasmática”, abarca aspectos importantes de la historia personal de ambos participantes y a cada uno le asigna un papel estereotipado e imaginario. El paciente prefiere evitar referirse a este papel, que podría estar conectado con su ideología, su objeto de amor idealizado, sus fantasías aristocráticas o el estado de sus finanzas.
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