Uso responsable de la IA Generativa

Uso responsable de la IA generativa

La IAG también plantea riesgos y desafíos que deben ser abordados con responsabilidad y ética, tanto por los desarrolladores como por los usuarios y la sociedad en general. Hay que tener en cuenta, por tanto, los peligros de las siguientes posibilidades:

Generar contenidos falsos, engañosos o manipulados, que pueden afectar a la veracidad, la credibilidad y la confianza de la información, así como a la reputación, la privacidad y la segu - ridad de las personas y las organizaciones. Por ejemplo, la IAG puede crear imágenes, textos o sonidos que muestren o digan cosas que no son ciertas, que distorsionen la realidad o que intenten influir en la opinión o el comportamiento de las personas. Crear o amplificar sesgos, discriminaciones o desigualdades, que pueden perjudicar a los grupos o individuos más vulnerables o marginados, o que pueden favorecer intereses parti - culares o ideológicos. Por ejemplo, la IAG puede generar contenidos que reflejen o reproduz - can estereotipos, prejuicios o injusticias, que excluyan o dañen a ciertas personas o colecti - vos, o que promuevan o justifiquen ciertas agendas o visiones del mundo. Reducir o limitar la creatividad, la originalidad o la diversidad humana, al sustituir o imitar el trabajo de los creadores, o al generar contenidos homogéneos o estandarizados. Por ejemplo, la IAG puede generar contenidos que copien o plagien el trabajo de otros, que no aporten nada nuevo o diferente, o que sigan patrones o fórmulas repetitivas o predecibles. Provocar o exacerbar conflictos, dilemas o problemas éticos, legales o sociales, al generar contenidos que puedan ser ofensivos, inapropiados, ilegales o dañinos para las personas o el medio ambiente. Por ejemplo, la IAG puede generar contenidos que violen derechos, normas o valores, que causen malestar, disgusto o indignación, o que generen riesgos, amenazas o daños. Dificultar o impedir el control, la supervisión o la regulación de la IAG, al generar contenidos que puedan ser difíciles de detectar, atribuir, verificar o corregir. Por ejemplo, la IAG puede ge - nerar contenidos que se confundan con los reales, que no se sepa quién los ha creado o con qué fin, que no se puedan comprobar o contrastar, o que no se puedan modificar o eliminar.

El futuro de la IAG es incierto y apasionante, y dependerá en gran medida de cómo se utilice y se regule esta tecnología. Puede tener un impacto positivo o negativo en la sociedad, dependiendo de los fines, los valores y los principios que la guíen. Por ello, es necesario un debate ético, social y legal sobre la IAG,

que involucre a todos los actores implicados: desarrolladores, usuarios, reguladores, educa - dores, investigadores, creadores y ciudadanos. Solo así se podrá aprovechar el potencial de la IAG para el bien común, y evitar o minimizar sus posibles riesgos o consecuencias no deseadas.

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