Creer en un Dios que no puedes ver

allí el cuadro de su hijo. Usualmente en las noches encendía un fuego, ponía música y mientras miraba el cuadro, su corazón se alegraba y la depresión desaparecía. Los años pasaron y finalmente el anciano coleccionista murió, y puesto que no había nadie a quien dejarle la herencia, vinieron coleccionistas de arte de todo el mundo a una subasta en la que se venderían las valiosas pinturas. Cuando el subastador empezó, dijo: “ En el testamento del padre se escribió que la primera pintura que se debía subastar es la pintura de su hijo ”. Bien, como podrán imaginarlo, nadie la quería porque no era una gran obra de arte; de modo que hubo silencio. Finalmente, el viejo jardinero habló y dijo: “ Saben, trabajé para esta familia durante muchos años y su hijo era como un hijo para mí. Ahora bien, no soy un hombre acaudalado, pero con gusto ofrezco 35 dólares ”.

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