George lo pensó por un instante y luego respondió: “ No, los muertos no sangran ”.
Acto seguido, el trabajador social tomó una
aguja, le pinchó uno de los dedos a George y
se lo apretó hasta que apareció una pequeña
gota de sangre. George abrió los ojos al ver
brotar la sangre y exclamó con sorpresa:
“¡ Vea usted ! ¿quién hubiese pensado que los
muertos sí sangran? ”
Al igual que le sucedió a George, me es imposible convencerlo a usted de cualquier cosa en contra de su voluntad, sin importar cuánta evidencia pueda presentarle; de hecho, no trataré de convencerlo. Solamente quiero aclarar que si tiene el interés de llegar a descubrir la verdad, es fundamental que esté dispuesto a considerar todas las opciones; y ese tipo de mentalidad es precisamente la única cosa que yo no puedo otorgarle durante este viaje.
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