juego es si tendríamos la capacidad de amar libremente versus el hecho de ser programados como robots que tenían que amar porque no poseían otra opción. Voy a ilustrarlo de la siguiente forma. ¿Qué sucedería si yo le dijera a usted lo siguiente: “ Te voy a llevar a almorzar y puedes comer lo que quieras? Puedes pedir pizza, pizza o pizza; ¿qué vas a pedir? ” Ahí no hay opción. De igual forma, Dios podría haber dicho: “ Tienes una opción; puedes amarme… o puedes amarme… o puedes amarme ”. Repito, ahí no hay opción. Para que el amor y la bondad verdadera existan, sin que nosotros seamos simplemente robots, tenía que haber una alternativa, una opción verdadera, y esa opción es la libertad de hacer el mal. Por extraño que parezca o suene, el amor exige que haya la posibilidad de elegir. La posibilidad de que existan el mal y el sufrimiento es algo necesario para que realmente poseamos libre albedrío. Aunque en
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