Entendiendo Mateo Capítulo Ocho LECCIÓN NUEVE: Sanaciones, Enseñanzas y Milagros
demuestran el poder de Dios y profundizan nuestra fe. Segundo, la aparente inactividad de Jesús no significa que Él esté ausente o despreocupado. Su sueño durante la tormenta no era indiferencia sino que demostraba Su perfecta paz. En nuestras luchas, el aparente silencio de Dios no indica abandono.
Cuarto, llevar nuestros temores directamente a Jesús es en sí mismo un acto de fe. Los discípulos hicieron lo correcto al despertar a Jesús. Su enfoque encarna la instrucción en Filipenses 4:6-7: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de
gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." Finalmente, este milagro nos recuerda que la autoridad de Jesús se extiende sobre cada "tormenta" que enfrentamos — ya sea enfermedad física, agitación emocional, conflicto relacional o crisis financiera. Aunque Él no siempre calme nuestras circunstancias externas inmediatamente, ofrece Su presencia y paz durante ellas.
Como señala el Pastor Gary Hamrick, a veces Dios calma la tormenta, y a veces calma a Su hijo en la tormenta. De cualquier manera, Su presencia sigue siendo nuestra seguridad última. Tercero, este pasaje nos enseña a distinguir entre la seguridad terrenal y la seguridad última. La tormenta amenazaba la seguridad física de los discípulos, pero con Jesús en su barca, ellos estaban ultimadamente seguros en lo que realmente importaba. Esta perspectiva permite a los creyentes
La pregunta de los discípulos — "¿Qué clase de hombre es este?" — nos invita a profundizar continuamente nuestra comprensión de la identidad de Cristo y a confiar en Su autoridad sobre cada aspecto de nuestras vidas. En términos prácticos, aplicar este pasaje significa llevar nuestros temores honestamente
enfrentar incluso enfermedades terminales, colapsos financieros o rupturas de relaciones con una paz que trasciende las circunstancias — no porque estas dificultades no sean reales, sino porque nuestra seguridad eterna en Cristo las sobrepasa.
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