Entendiendo Génesis Capítulo Dos LECCIÓN DOS: El Diseño de la Humanidad en la Creación de Dios
El pastor Paul LeBoutillier llama a este momento un puente entre dos mundos—el físico y el espiritual. "No eres un animal evolucionado", dice. "Eres un ser con aliento del Espíritu hecho para la comunión con Dios". Esa verdad resuena hasta Juan 20:22, cuando Jesús sopla sobre Sus discípulos, restaurando lo que se perdió en Edén—una vida guiada por el Espíritu, no por el apetito. LeBoutillier cuenta una historia sobre caballos corriendo por avena cuando sacude la lata de alimento. "Vienen corriendo—impulsados por el apetito", dice. "A menudo vivimos así". Es una imagen vívida de nuestro tira y afloja diario: instintos impulsados por el polvo tirando de nosotros en una dirección, propósito lleno del Espíritu llamándonos hacia otra. Pregunta 2: ¿Qué partes de tu vida están persiguiendo avena en lugar de aliento? ¿Estás viviendo desde el instinto o desde la intimidad con Dios?
Dios no solo habló Edén a la existencia—lo plantó. Con intención. Con deleite. El nombre mismo significa "placer", y eso es exactamente lo que fue Edén: no una tierra salvaje e indómita, sino un jardín de maravillas. Un lugar donde la belleza se encontraba con la provisión, donde cada árbol era agradable a la vista y nutritivo para el cuerpo. Era un espacio diseñado para florecer. El pastor Skip Heitzig llama a Edén la mezcla perfecta de arte y agricultura—donde el alma podía deleitarse tanto como el estómago. Y no era imaginario. La mención de ríos como el Tigris y el Éufrates arraiga a Edén en la geografía real. Como dice Luke Taylor: "La Biblia ancla la fe en la historia, no en la imaginación". Edén no fue una metáfora—fue un momento. En el corazón de este jardín se encontraban dos árboles. Uno ofrecía vida sin fin. El otro ofrecía elección. El Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal no era una trampa—era una prueba de amor. David Guzik nos recuerda: el amor sin elección no es amor en absoluto. Dios no cercó a Adán—le dio libertad. "Come libremente", dijo Dios, "solo no de este". La invitación era amplia; el límite era estrecho. Y en ese límite, Dios dignificó a la humanidad con el poder de elegir. Pero Edén no era solo un lugar para relajarse— era un lugar para participar. Dios colocó a Adán allí "para que lo labrara y lo cuidara". La palabra hebrea avad significa servir, cultivar. El trabajo no era una maldición—era un llamado. Matthew Henry lo llamó "un llamado antiguo y honorable". Antes de que el pecado tocara el suelo, el trabajo era sagrado. Guzik lo dice claramente: "El trabajo no es una maldición—es un llamado". Y cuando lo vemos
Percepciones y Puntos de Reflexión
EDÉN: PROVISIÓN, PROPÓSITO Y PARAÍSO (GÉNESIS 2:8–17)
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