Estudio Bíblico Leccións Uno - Veintiuno Libro de Mateo

Entendiendo Mateo Capítulo Dieciséis LECCIÓN DIECISIETE: Entendiendo MATEO 16: La Gran Confesión y el Costo del Discipulado

destructivo: impidieron que las personas vieran y recibieran la verdad auténtica de Dios como fue revelada en Jesucristo. Esta advertencia sobre el compromiso doctrinal toma significado elevado en el contexto de lo que sigue, mientras Jesús se prepara para recibir la mayor confesión de fe registrada en los Evangelios. EL FUNDAMENTO DE LA FE: LA GRAN CONFESIÓN DE PEDRO (MATEO 16:13-20) La narrativa entonces cambia a una de las escenas más significativas en la historia cristiana, cuando Jesús lleva a Sus discípulos a Cesarea de Filipo — una ubicación elegida con intención simbólica deliberada. Esta ciudad, construida por Felipe el Tetrarca y nombrada en honor de César Augusto, representaba la convergencia del poder político romano y la práctica religiosa pagana. La ciudad estaba dominada por una formación rocosa masiva que contenía cuevas que habían servido durante siglos como centros de adoración para el dios griego Pan, asociado con las formas más degradadas de práctica ritual y creído para proporcionar acceso al inframundo mismo. Contra este telón de fondo de autoridad política y corrupción religiosa, Jesús plantea lo que puede ser la pregunta más importante en la historia humana: "¿Quién dicen ustedes que soy yo?" Sin embargo, Él se acerca a este momento climático gradualmente, primero preguntando sobre la opinión popular respecto a Su identidad. Los discípulos reportan una variedad de perspectivas: algunos creen que Él es Juan el Bautista regresado de los muertos, otros sugieren Elías, Jeremías, o uno de los otros profetas. Estas respuestas revelan que las personas reconocían algo extraordinario sobre Jesús, pero estaban intentando categorizarlo

en sus etapas tempranas, pero finalmente comprensivo en sus efectos. Una vez comenzado, era virtualmente imposible detenerlo o revertirlo. Jesús emplea esta imagen para advertir contra la corrupción gradual que la enseñanza falsa trae a la fe y el entendimiento. La levadura de los fariseos representaba la tendencia peligrosa de agregar tradiciones e interpretaciones humanas a la verdad revelada de Dios, creando cargas que Dios nunca intentó y oscureciendo la naturaleza auténtica de la justicia a través de capas de regulación humana. Su enfoque transformó la verdad liberadora de la gracia de Dios en un sistema opresivo de aceptación basada en el desempeño. Por el contrario, la levadura de los saduceos representaba la corrupción igualmente peligrosa de la sustracción — sistemáticamente removiendo elementos sobrenaturales de la fe y reduciendo la revelación divina a mera filosofía humana o conveniencia política. Ellos negaban la realidad de los ángeles, la resurrección y el juicio divino, efectivamente castrando el poder trascendente de la verdad de Dios y reduciendo la religión a una empresa humana manejable. Ambas formas de corrupción, aunque dramáticamente diferentes en sus metodologías, lograron el mismo resultado

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