Las investigaciones demuestran que la crianza positiva es el único estilo de crianza que se relaciona consistentemente con hijos que toman mejores decisiones cuando no hay padres presentes.
Los padres que practican una crianza positiva reconocen que
su edad, conocimientos, experiencia y recursos materiales les conceden un papel fundamental en la orientación de sus hijos. Utilizan ese poder para fortalecer y proteger a sus adolescentes, ayudándoles a desarrollarse como individuos capaces. La crianza positiva puede suponer un reto, ya que los padres ceden gradualmente el control y otorgan más libertad y responsabilidad a sus hijos con el paso del tiempo. Estos padres respetan el anhelo de independencia de sus adolescentes, pero mantienen límites firmes. Su filosofía se basa en fomentar la confianza y enseñar habilidades que faculten al adolescente para asumir un mayor control de su vida. En lugar de amenazar con castigos severos por mal comportamiento, dialogan, establecen reglas y aplican consecuencias claras cuando estas se incumplen. Lo que muestran las investigaciones: Los adolescentes cuyos padres practican un estilo de crianza positivo tienen menos probabilidades de consumir alcohol, usar cannabis o viajar con conductores bajo los efectos de sustancias. Además, presentan menos problemas en la escuela y con la ley, y reportan mejores relaciones con sus padres en comparación con los hijos de padres que emplean otros estilos de crianza.
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