Herramientas e instrumentos de orientación | 105/236
• Ofrecer incentivos o recompensas previamente pactadas. A todos nos gusta ver recompensados nuestros esfuerzos; se trata, por tanto, de una fuente im- portante de motivación. En un primer momento, cuando la motivación hacia lo académico es escasa, serán incentivos/refuerzos externos, para ir poco a poco transformándose en internos, como es la satisfacción del trabajo bien hecho. • Adjudicarles una responsabilidad en alguna tarea. Es una manera de permitirles colocarse en una posición diferente a la habitual respecto a sus compañeros, lo que viven, en la mayoría de los casos, como un privilegio. Por ejemplo, se puede designar semanalmente a un menor como encargado de recoger las agendas de sus compañeros para entregárselas al equipo, o nombrarle encar- gado de mantener el silencio en el tiempo de estudio… Lógicamente, siempre habrá que valorar si se trata de medidas positivas o no para el grupo. • Conseguir que todos los agentes implicados en el área escolar del menor funcionen con un mismo hilo conductor. La unanimidad de criterios, objeti- vos, expectativas… anima, motiva y estimula al menor a seguir avanzando. • Implicar al menor en todo el proceso diseñado para ayudarle escolarmente. Conseguiremos así aumentar su motivación e implicación porque estaremos valorándolo como parte de él, no como alguien ajeno a él. • Renovar de vez en cuando el interés por medio de cambios de escenario para el aprendizaje o generación de estímulos novedosos. Salir de clase y sentarse al cabo de un rato en el centro de protección a estudiar puede ser muy desmotivador. Por eso, suele ser útil organizar salidas a bibliotecas, mu- seos, practicar con diferentes juegos de ordenador, ir a parques para hacer determinadas tareas de estudio…, así como generar dentro de los propios recursos residenciales materiales de estudio atractivos y novedosos. • En la misma línea está ofrecer experiencias variadas, alternando tareas que les gusten más con otras que les gusten menos, contribuyendo así a que se mantengan comprometidos y atentos. • En algunos casos, la competencia entre los menores a través de diferentes juegos donde puedan demostrar sus conocimientos puede ser un aliciente y una motivación extra. Este tipo de juegos se puede llevar a cabo en diferentes momentos del día, insertos en la cotidianidad de las tareas del centro (duran- te las cenas, en los desplazamientos…). Imprimir un carácter lúdico y divertido a los aprendizajes mejora su calidad, lo mismo que la utilización de materiales divertidos y novedosos. • Establecer un sistema de retroalimentación en la ejecución de la tarea pro- puesta, con la finalidad de reducir la frustración que puede suponer no tener información sobre si se ha hecho bien o mal. En el caso de que el menor haya cometido fallos en la ejecución será una oportunidad para que sea conscien- te de dónde se ha equivocado y cómo puede mejorar la próxima vez.
consejería de políticas sociales y familia • Comunidad de madrid
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