Herramientas e instrumentos de valoración previa y observación | 41/236
separados de sus familias o afectados por traumas en la infancia. Sus investiga- ciones lo llevaron a sostener que la necesidad de entablar vínculos estables con los cuidadores o personas significativas es una necesidad primaria en la especie humana. Estudios de Neurobiología de las emociones (Botella y Corbella, 2005) correla- cionan los hallazgos de Schore y Bowlby sobre el apego y confirman la necesi- dad de una buena relación regulada con nuestros cuidadores en la infancia, pues en los primeros tres años se establece el esquema de nuestras relaciones sociales y emocionales futuras, tanto el aspecto no verbal e inconsciente como los patrones de regulación afectiva. De modo que, si estoy seguro, la amígdala permanece tranquila, pero, ante una amenaza, la primera respuesta es de con- gelación; entonces, el hipocampo consulta en su memoria de experiencias pa- sadas cómo regular la situación. Si posee un recuerdo exitoso su conducta le llevará a resolver con la participación de la corteza orbitofrontal. Sin embargo, los niños con experiencias traumáticas no pueden regular el es- trés, y el miedo les conduce a una situación en la que sienten comprometida su vida, lo que puede llevarles a la «congelación o parálisis» y, tras esta primera reacción, a valorar qué movimiento realizar para sobrevivir: atacar y enfrentarse (impulsividad) o huir y desaparecer (pérdida de la atención). Los niños construyen su imagen personal, su autoestima y su expectativa de fu- turo con las referencias que les ofrecen a su alrededor los adultos de referencia. Se construye positivamente cuando la supervivencia está garantizada, la percep- ción es adecuada y se sienten seguros (Lázaro y Berruezo, 2009). Es entonces cuando el «cerebro mamífero» busca a los otros, se va adaptando al entorno y la cultura del ambiente, pone nombre a sus emociones y elabora un plan de futu- ro…, cuando siente que es posible, cree en sí mismo y en su entorno. Si no, la indefensión se mostrará desde la impulsividad o desde la huida, como signos de un mismo miedo que no puede vencer. Cuando un niño se desarrolla percibiendo que no es digno de ser amado y no se siente valorado, su conducta de supervivencia genera a su vez rechazo, pues su forma de atraer la atención de las personas de su alrededor presenta muchas veces conductas disruptivas, dado que presenta un apego que se denomina ambivalente. Puede generarse una retroalimentación negativa en torno a los afectos y en la vida cotidiana, incluido el entorno escolar. Esta situación deviene en casos en los que el niño o adolescente no cree en sí mismo, por ello no
consejería de políticas sociales y familia • Comunidad de madrid
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