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atiende, incluso puede llegar a sentirse «tonto», y le cuesta aceptar halagos porque no se siente digno de ser mirado de forma positiva y amable (Ferré y Ferré, 2013). En estos casos, el «disparo» emocional y el descontrol se produce desde su memoria de estado (Forbes y Post, 2006). Se trata de una reacción sensorial en respuesta al entorno desde el estado de alerta de la amígdala. Cuando esta indefensión «cala», los mensajes positivos solo serán aceptados desde la mirada inclusiva de sus miedos, su historia de vida. Con nuevas pautas de atención, «más allá de las consecuencias, la lógica y el control», como indica el título del libro de Forbes y Post (2006), se consigue generar un clima de confianza. Ayu- dándole a descubrir que el origen de sus dificultades de conducta y relación está más allá de lo que muestra, estaremos diferenciando su persona y su ser de su conducta y de su rendimiento escolar. Una nueva mirada, encuentros personales, figuras de resiliencia y mensajes positivos facilitan una adecuada autoestima. Profesores, educadores, la sociedad y la familia dejan de ser «ene- migos» que controlan, dejan de ser «culpables» y se posibilita la reconciliación del menor con las actividades escolares y con la vida. Crittenden (2002) aporta el Modelo Dinámico-Maduracional del Apego y Adapta- ción (DMM), que enfatiza la interacción dinámica que se produce entre el desa- rrollo fisiológico a lo largo de la vida y las experiencias de maduración y autopro- tección que se experimentan, generando patrones de apego diferentes que conviene conocer para comprender. El Modelo DMM plantea la hipótesis de que los cambios en el contexto, el sistema familiar, social y cultural precisan una maduración continua hacia com- portamientos nuevos de auto-protección, al tiempo que facilitan nuevas expe- riencias de vida que reflejan la historia de desarrollo individual, la organización familiar de estrategias de protección del yo y variables socioculturales que incluyen posibles riesgos y peligros. Comprender la evolución dinámica de cada niño, niña o adolescente nos permite una contextualización y un apoyo más específico a su conducta de apego, porque cuando siente miedo no pue- de «controlarlo» con su pensamiento, necesita de otros que le ayuden a regu- lar sus emociones. Cuando las situaciones de estrés se han sostenido en el tiempo y las personas no han podido expresar, procesar ni entender los suce- sos que les producen ese temor, se convierten en experiencias traumáticas almacenadas en las células del cuerpo, y es el cuerpo físico el que responde, sin consciencia. Por eso es fundamental que los profesores, educadores y
consejería de políticas sociales y familia • Comunidad de madrid
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