Los conflictos armados de 1914-1918, la Revolución Bolchevique (1917), nuestra cruenta Guerra Civil (1936- 1939) y, más tarde, la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), ofrecieron a los artistas, pintores, escultores, escritores, músicos, arquitectos e intelectuales en general, nuevas perspectivas para su visión ética y estética. Estaban obligados a adaptar su lenguaje al panorama que tenían delante. Era lícito añorar el pasado impresionista, pero había llegado el momento de dejar de ser cronistas para convertir su intelectualidad en opinión por descarnada que fuera. Mallol Suazo poseía un dominio del dibujo excepcional, lo que le llevó a publicar “ninots” en diferentes revistas como Virolet , L´Esquitx o En Patufet, donde compartía trabajos con su hermano, bajo la atenta mirada de la censura impuesta por el Régimen. Con la firma de “Lollam” – su nombre al revés – cosechó un incipiente prestigio que le permitió comenzar su andadura como pintor. Sus clases en la Llotja, con Fèlix Mestres como profesor de dibujo y Ramon Alsina en pintura, se convirtieron en detonantes definitivos del joven pintor. En 1943 mostró sus trabajos en forma de dibujo, acuarelas y gouaches en la Sala Rovira de Barcelona. La crítica del momento se sorprendió ante la atmósfera que el joven Josep Mª Mallol Suazo conseguía con sus acuarelas y dibujos en lápiz. Incluso Josep Mª de Sucre en una crónica afirmaba que la sensualidad de las figuras de Mallol le recordaban a las figuras femeninas de Bouguereau, una afirmación algo exagerada en voz del maestro. La paleta de colores fríos conjugando con los terrosos era un reto para las nuevas generaciones que pintaban en el suelo hispano, donde el oficialismo de Álvarez de Sotomayor imponía su ley frente a los contestatarios Zuloaga, Gimeno o el propio Sorolla, fuera del suelo mesetario. Naturalmente, el Mediterráneo con su luz y el sur andaluz lleno de melancolía, condicionaban la lectura de los artistas que seguirían una senda diferente. El oficialismo seguía ofreciendo la escuela de Roma como referencia plástica, a pesar de la fuerza que imponía París con sus nuevas propuestas. Vivir en el pasado era más confortable para el régimen dictatorial, que observar las crueles consecuencias del desastre armado.
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