Los sindicatos ante los retos tecnológicos
con caídas pequeñas o moderadas en la negociación colectiva y caídas algo mayores en densidad sindical. Lo que los autores muestran es que, más que el cambio tecnológico o la globalización, el principal determinante del destino de los movimientos sindicales es la política concreta de cada lugar, lo que se refleja a través de su derecho laboral, sus prácticas de relaciones industria- les y las estructuras de partidos políticos. Este punto de vista es también corroborado por algunos análisis históri- cos: los sindicatos modernos surgieron precisamente durante la primera parte de la revolución industrial, como un instru- mento para garantizar la dignidad de los trabajadores en un periodo de intenso cambio tecnológico. Esto es algo que el historiador David F. Noble resalta en su innovador estudio “Fuerzas de producción: Una historia social de la automati- zación industrial”:
...Las máquinas en sí mismas nunca son las fuerzas de producción decisivas, solo su reflejo. En cada nivel, estos avances tecnológicos son mediados a través del poder social y la imposición, por fantasías irracionales de omnipotencia, a través de nociones legitimadoras del progreso, y a través de las contradicciones basadas en los proyectos tecnológicos en sí y las relaciones sociales de producción.
Cuando se percibe como un proceso social –y no “una fuerza autónoma, trascendente y determinista”– el desarrollo tecnológico de repente incluye un amplio abanico de posibi- lidades, “una multiplicidad de futuros” (Noble, 1984). Al final, su resultado es determinado por el conflicto y la lucha, un terreno en el que los sindicatos deben desempeñar un papel decisivo, para evitar que se impongan los escenarios más desfavorables para los intereses de los trabajadores. Para ilustrar este punto, Noble explica cómo en el sector metalúrgico se favoreció un tipo de automación, precisa- mente como resultado del deseo político de reducir el poder de los trabajadores (Noble 1984; Diani 1985). Concretamente, afirma que la introducción del control numérico —un estilo de programación “de arriba a abajo”— devaluó el trabajo de maquinistas cualificados, otorgando más poder a ingenie- ros y directores. Esto produjo una cierta polarización en
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