Revista Fanlyc 2024

CARTA A UN JOVEN CON CÁNCER

Alejandro Schujman viajó desde Argentina para dictar talleres en Fanlyc.

Q uiero decir antes de seguir escribiendo que esta historia que te cuento tiene final feliz. Y sé que no todas las historias lo tienen. Santi hoy tiene 23 años, está lleno de salud y vida. Después del diagnóstico fueron todas buenas noticias. Ya son cuatro años libre de enfermedad. No sé qué edad tenés vos que estás leyendo esta nota o quizás sos una madre o padre de un Santi que esta atravesando un tratamiento. O quizás seas adolescente o niño y seas vos quien “No es justo”. Te entiendo, la vida no es justa. Pero las enfermedades existen, el cáncer y tantas otras. Y esta vez te tocó a vos. Y escúchame bien por favor. Tenes derecho a sentir todo lo que sientas. De la tristeza a la bronca, al miedo, a la esperanza, a la alegría, y todas mezcladas también. Porque, ¿sabes? No hay emociones buenas o emociones malas. Lo bueno o lo malo es lo que hacemos con ellas. Y vos vas a hacer lo mejor que puedas. Déjalas salir, la bronca, las lágrimas, el miedo, que salgan. Por la palabra, por los ojos, por donde puedas sácalas. esta poniendo el cuerpo. Y entonces quiero decirte: Vas a sentir muchas cosas. Vas a tener miedo, rabia, mucha rabia. “¿Porqué a mí?”

E stoy aquí escribiendo estas líneas para vos, porque junto a mis hijos (Santi y Nacho) tuve la dicha de conocer Fanlyc hace muy pocas semanas, y quiero entregar todo el valor y amor del que sea capaz. Fanlyc es amor, mucho amor y doy gracias de poder ser parte. Mi hijo Santi tenía 19 años cuando le dieron el diagnóstico de Sarcoma de Ewing, cáncer en su pierna izquierda. Era demasiado chico para ser adulto, demasiado grande para ser niño, y creció de golpe. No tuvo opción. Y lo bien que lo hizo. El primer impacto fue una mezcla de miedo, angustia. Más que miedo, terror. La carita de Santi en la puerta del Hospital después del diagnóstico me quedará grabada por siempre. Mordiendo el labio, ojos explotados de lágrimas que no salían, de pie. Eso sí, de pie. La madre y yo acompañando como podíamos, haciendo fuerza para no derrumbarnos, había que sostenerlo. Nosotros a él, no él a nosotros. Todas las emociones en una esquina de la ciudad de Buenos Aires. “Tenés dos días para putear, llorar, golpear la pared. Después hay mucho por hacer”. Eso le dijo a Santi su cirujano, el Dr. Jorge.

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