360 UDEM No.4- Ecoansiedad: Nuestra Paz mental se derrite

I N F O D E M I A : ¿ P O D E M O S E S C A P A R D E L A S O B R E I N F O R M A C I Ó N ?

E n menos de 24 horas he vivido muchas vidas a través de una sola pantalla. He contestado co- rreos de trabajo y tareas que llegan a diferentes horas del día y de la noche. Me organicé con mis fa- miliares para hablar (otra vez) por Zoom. He manda- do fotos de mi gata a mis propios roomies porque si me muevo de donde estoy, la voy a despertar y en esta casa tenemos las prioridades claras. Y finalmente, la peor versión de las vidas: se ha amontonado la realidad de este país en noticias de impunidad, feminicidios, represión policial, violencia a periodistas, detenciones arbitrarias, opiniones sobre esas detenciones arbitra- rias, videos, declaraciones vacías y contradictorias de políticos. Y entre las noticias cada vez

Sí, la noticia de la llegada de Kamala Harris y de Joe Biden a la Casa Blanca confirma la alegría que es el hecho de decir adiós a Donald Trump, pero las noticias más importantes, las que más impacto deberían de te- ner sobre mí, son las noticias de México, donde están pasando muchas cosas gravísimas; pero la incapacidad de procesar el impacto emocional de todas estas noti- cias lo vuelve todo una masa de información que sola- mente me cansa y acaba diluyendo todo lo que pasa. Es verdad que los medios nunca fueron hechos para activar a la población, sino que históricamente han sido instrumentos de la pasividad. Tenemos el

instrumento de la pasividad más perfeccionado que existe y es la prueba de que pasamos de la era de la razón a la era de los datos (…y de los memes). LA SANTÍSIMA DATA Hoy estamos sentados frente a una corriente inmensa de información y la era anterior no nos preparó para manejar el caudal —las noti-

Antes de la pandemia no me avergonzaba consultar mis datos de tiempo en pantalla. Hoy prefiero no enterarme. Ahí están, pero por economía emocional estoy eligiendo no verlos.

más devastadoras del país, caen sobre mí las de la vacancia de la presidencia del Perú. Y entre las noticias del Perú, llega un video de Kamala Harris a mi feed , en el que habla sobre su apoyo a las fuerzas armadas de Israel. Y de repente: un gatito que descubre

que tiene cuatro patas. La foto del hijo de mi amiga. Represión policial. Mensaje de trabajo. Todo llega a mí. Énfasis en que todo llega a mí, es decir, soy es- pectadora pasiva y no la receptora activa y libre que pintaban las teorías de comunicación sobre el usua- rio digital, que por tener muchas opciones seríamos libres de escoger lo que leemos, vemos, comenta- mos, cuál información nos va a alimentar y cuál nos va a desgastar. El problema no es, claro, que lleguen gatos tier- nos a mí o que me entere de las afiliaciones políticas de Kamala Harris, porque ambos temas son impor- tantes. El problema está, en realidad, en qué tanto la velocidad con la que llega la información, así como el espacio que ocupa, hace que no pueda distinguir entre una noticia y la otra.

cias ya no se buscan, llegan a nuestro celular—. Y nos llegan de diferentes canales, lenguajes e interpretaciones y no tenemos un foro de discusión en donde estemos partiendo del mismo punto. Frente a la incertidumbre y a la falta de coordenadas, frente a la falta de comunidad o interpretación común, acabamos creyendo en el nuevo dios: la santísima data, en el nombre de la transparencia, la neutralidad y lo mensurable. El dataísmo, concepto que acuñó el periodista Da- vid Brooks, es esta adoración a los datos y la presu- posición cultural de que, si es posible medirlo todo, entonces hay que hacerlo. Brooks dota a los datos de dos valores: el primero, la imparcialidad o la reduc- ción del margen de error frente a las deducciones con las que los humanos torpemente nos equivocamos por, claro, las emociones; el segundo, la posibilidad

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