Resumen ejecutivo
En el tiempo que se tarda en leer esta línea se han enviado 200 millones de correos, se han tecleado dos millones de búsquedas en Google, se han subido 50 horas de vídeo a YouTube y se han realizado ventas por valor de 170.000 euros en Amazon. Un minuto de rastro virtual equivale ya a millo- nes de datos. Los datos ya han sido bautizados como el petróleo del siglo XXI. Los necesitan todas las grandes empresas para funcionar y, en poco tiempo, también nosotros, nuestros coches y nuestras casas. La información aislada de cada uno tiene escaso valor, pero cuando se agrega a la de otros miles de millones de personas, objetos y ciudades, se convierte en un teso- ro. Ese tesoro recibe el nombre de Big Data (datos masivos, en su traducción al castellano). Saber aprovecharlo es el talento Big Data. Con cada dispositivo que se une a la Red aumenta el flujo de datos. Ahora, la mayoría son personas y teléfonos móviles, pero progresivamente será todo aquello que cuente con un sensor: desde aspersores hasta cerraduras. Algunos pronósticos anuncian que se generarán 170 exabytes al mes en 2019. Toda la información que hay actualmente en Internet ocupa menos de 0,01 exabyte. Los Gobiernos y las empresas se asoman a una época en la que la fuente de riqueza no está en pozos ni yacimientos, pero para la que se necesitan igual- mente extractores. Profesionales que sepan encontrar el oro en los océanos de datos en texto, imágenes, sonido y vídeo. Perfiles que construyan los instrumentos para analizar, si es necesario en tiempo real, esta heteroge- neidad de información. Y figuras que sepan hacer las preguntas correctas: ¿qué queremos encontrar? Todos ellos son ejemplos de un talento que se necesita, pero que todavía no está disponible. La prioridad de los países es comenzar a generarlo. ¿Qué incluye realmente Big Data? A pesar de ser un concepto reciente, Big Data nace con el nuevo siglo y la llegada de Internet. Las empresas pioneras de la Red, Google, Facebook, Amazon y Netflix, entre otras, invierten desde el año 2000 ingentes cantida- des de fondos para poder analizar el rastro digital que dejan los usuarios y consumidores en Internet. Se convierten, así, en las precursoras en el análi- sis y aprovechamiento de los nuevos datos digitales. Su innovación analítica y su exitoso modelo de negocio fueron detonantes para la eclosión de una tecnología que ahora comienza a abarcar todos los sectores de la sociedad. Así, la Red se consolidó en puerto y autopista de los datos. Un papel que todavía mantiene, pero que debe compartir con otros dinamizadores recién llegados de la última parte de la revolución digital: el teléfonos inteligentes , el Internet de las cosas (los aparatos conectados a la Red), las ciudades inte- ligentes y los datos abiertos. De ahora en adelante, los datos no se crearán únicamente al abrigo de Internet, sino que se generarán cada minuto que usemos el teléfono, cada vez que la nevera inteligente envíe una señal para avisar de que falta leche, cada noche que las farolas inteligentes decidan cuándo alumbrarse o en cada ocasión que un Gobierno decida compartir los datos sobre el tráfico de la ciudad. Las posibilidades se multiplican, se vuelven infinitas, y con ellas las oportunidades.
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