Por otro lado, la evaluación diagnóstica significa la valoración que hacen los maestros de los conocimientos que han desarrollado los estudiantes al inicio del ciclo escolar para activar aprendizajes previos, y para conocer las situaciones sociales, territoriales, culturales, de género, clase o capacidad que funcionan como determinantes sociales de la educación, con el fin de tener un panorama de las condiciones en las que empezarón el curso las niñas, los niños y los adolescentes. La evaluación de carócter formativo busca que los docentes puedan identificar -con el uso de diversos métodos e instrumentos-qué, cómo y a través de qué los alumnos aprenden distintos saberes. También es el medio para que los escolares reconozcan, durante el proceso, con qué aprendizajes tienen dificultades de apropiación, qué obstóculos se les presentan fuera y dentro de las aulas, qué actividades propician mejores resultados en casa o en los espacios de la comunidad y en qué lugares de trabajo académico se desenvuelven mejor, y si esto ocurre de igual forma entre niñas y niños.
Es fundamental que los estudiantes participen en la interpretación de sus propios avances, para distinguir qué se ha aprendido y por qué y qué falta por trabajar; asimismo, que realicen aportaciones, de manera individual o colectiva, para el mejoramiento de sus acciones, aprendizajes y relaciones. Esta reflexión colectiva, de acuerdo con las condiciones concretas de cada escuela, sujeto y disciplina, permite la construcción consensuada de las estrategias que se desean implementar, todo con el fin de equilibrar los impactos de cualquier acción que se emprenda.
Por último, la acreditación tiene como función sustentar el otorgamiento de calificaciones y certificados de acuerdo con el juicio que hagan maestras y maestros de todo el proceso de enseñanza-aprendizaje, así como de las condiciones en las que los estudiantes hayan avanzado en este.
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