Soberanía tecnológica
Uno de los mayores retos del sistema pro- ductivo español es aumentar la capacidad de innovación de las empresas para llevar a cabo actividades de mayor valor añadido . En los últimos años, el sector empresarial español ha logrado recuperar el terreno perdido desde la crisis fi nanciera de 2008 y el crecimiento de la inversión en I+D ha sido alentador, alcanzando en 2021 los 9752 millones de euros, superando así en 1656 millones de euros el nivel máximo registrado en 2008, en el periodo previo a la crisis fi nanciera, con un crecimiento del 20,4 % hasta el año 2021 21 . Sin embargo, en el panora- ma internacional, España mantiene una notable distancia con la UE en términos de inversión en I+D, destinando solo el 63 % de la media de la UE, pese a observar en los últimos años (2020 y 2021) una reducción en esta distancia. Además, la contribución del sector empresarial español es notablemente inferior a los valores en la UE (56,54 % del total de la inversión en I+D en España, frente al 66,57 % en la UE). Lo preocupante de esta situación es que limita su capacidad de ocupar posiciones de alto valor añadido en las cadenas mundiales. En este sentido, las empresas deep tech , entendiendo como tales las start-ups que ofrecen una solución a un problema concreto combinando una o varias de las tecnologías denominadas “profundas” (aquellas que son el resultado de la actividad de investigación cientí fi ca) juegan un papel clave. Estas tecno- logías son fundamentales para tener un grado satisfactorio de soberanía tecnológica, pero se encuentran con barreras diferentes a las de las empresas tradicionales, las regular tech, sobre todo derivadas de una mayor incertidumbre tecnológica y también de mayor incertidumbre 3.1. Capacidades para la provisión de tecnolo- gías críticas
de mercado. El origen de estas empresas suele estar en los centros de investigación, centros tecnológicos, universidades o empresas tracto- ras tecnológicas. Asimismo, los tipos de inversores son limitados para este tipo de empresas, están distribuidos de manera desigual y tienen diferentes enten- dimientos y “actitudes de inversión” frente a la tecnología profunda. Hay seis modalidades principales: (1) fondos de capital riesgo genera- listas; (2) fondos especializados en tecnología profunda; (3) fondos de capital privado; (4) socios comanditarios (LP), incluidos fondos so- beranos y o fi cinas familiares; (5) corporaciones y (6) fondos de investigación gubernamentales e institucionales. Si bien los fondos especia- lizados en tecnología profunda entienden la inversión, su tamaño es limitado. Los fondos de capital privado tienden a percibir la inversión en tecnología profunda como fuera de su compe- tencia. Las corporaciones pueden comprender la importancia de la tecnología profunda, pero tienen una flexibilidad y agilidad limitadas para invertir en disrupciones importantes y prolon- gadas que no dan frutos rápidos y al alcance de la mano. Por último, los gobiernos y los centros de investigación institucionales pueden asumir mayores riesgos que el sector privado, de ahí que el apoyo público en la creación de “capital paciente” para las empresas deep tech sea un camino oportuno, manteniendo y fomentando el capital privado. Por otro lado, las empresas tractoras tienen una mayor capacidad de emprender proyectos complejos desde el punto de vista tecnológico e innovador, por este motivo es importante aprovechar su facultad tractora para mejorar la
21 Cotec (s. f.). “Evolución de la I+D. Análisis de la Fundación Cotec elaborado a partir de los últimos datos de INE y Eurostat sobre la actividad de la I+D en España”. Disponible en: https://cotec.es/observacion/evolucion-de-la-i-d/6a8f4654-459b-c0ab-1385-ec0070e2e939
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