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Las universidades españolas. Una perspectiva autonómica. 2024 CATALUÑA Prólogo de Joaquim Nadal i Farreras. Conseller de Recerca i Universitats (1 de 2)
Más allá de los indicadores que contiene este informe, creo que me corresponde aportar el punto de vista político y salir al paso de algunos lugares comunes que se han enquistado en la visión del mundo universitario y lastran su crédito y reconocimiento. Esta contribución pretende ser un alegato a favor del sistema frente a algunas opiniones sesgadas que, desde la frivolidad y la banalidad de fáciles tribunas, pretenden una demolición cuando no una enmienda a la totalidad. No se trata de eludir las cuestiones fundamentales, los retos indiscutibles y la encrucijada en que se encuentran el mundo de la investigación y el de la docencia en el sistema catalán de investigación y universidades. Porque, aunque el sistema adolece de puntos débiles, la fortaleza, la musculatura y los niveles de excelencia se sitúan en una perspectiva inmejorable que nos permite avanzar para que el mundo de la ciencia y del conocimiento sean los cimientos y la base de la economía del futuro de Cataluña. Si en el siglo XIX, y a través del sector textil principalmente, Cataluña fue la fábrica de España, y en el siglo XX los servicios y el turismo definieron la evolución de la economía, especialmente en la segunda mitad, el siglo XXI debe depararnos una nueva oportunidad en términos de impacto de la Sociedad del Conocimiento y de las bases científicas de la economía del futuro. La financiación, insuficiente. Las prestaciones, por encima de los recursos Todos los indicadores sitúan el sistema en un nivel de prestaciones y de reconocimiento, en una capacidad de captación de recursos competitivos nacionales e internacionales por encima de la media estatal y en niveles equiparables a las medias europeas. Esto es así, pese a una financiación insuficiente que merma las capacidades y las competencias de Cataluña en el ámbito científico y docente. Los resultados están muy por encima de la suficiencia financiera. Pero este precario equilibrio apunta a algunos riesgos futuros si no se corrigen estas limitaciones.
Si nos referimos al gasto público en I+D+i, el sistema catalán concentra una financiación del Govern de la Generalitat por encima de los mil millones de euros anuales, cifra que, sin alcanzar la media europea del gasto público, nos acerca progresivamente a ella. Las inversiones en equipamientos e infraestructuras científicas chocan con un limitado volumen relativo de estas necesidades en el gasto público, por el peso imparable de las exigencias más perentorias en los ámbitos de la salud, de la seguridad y de la educación. En términos estratégicos, el gasto público a medio y largo plazo debería corregir estas limitaciones y asegurar una apuesta decidida que refuerce la base de la economía del futuro, sin detrimento de los derechos sociales a las prestaciones y a la igualdad de oportunidades. En cuanto a la fuga de cerebros, en algunos medios se insiste en este principio y la pérdida de oportunidades para el sistema propio de investigación y universidades. Pero, si bien es cierto que el despliegue del espacio europeo de educación superior está todavía lejos de completarse, no es menos cierto que la movilidad se ha incrementado mucho y que hoy la presencia en los centros de investigación de Cataluña de más de un 30% de investigadores extranjeros desmentiría la idea de la exportación sistemática de talento. La fluidez del talento no tiene fronteras y, pese a las limitaciones económicas, los atractivos del sistema compensan en parte estos obstáculos. Debemos también desmentir con datos fehacientes que las universidades sean fábricas de candidatos al paro. En realidad, una encuesta reciente realizada por AQU Catalunya, con un universo de más de 40.000 encuestados, certifica que en grados y másteres los titulados universitarios rozan la plena ocupación, que se sitúa en parámetros del 95%. Por otro lado, desde hace ya al menos tres años el precio de grados y másteres está muy por debajo de los precios más altos del sistema universitario español y la política de precios redunda en la voluntad de trabajar con la equidad como paradigma desde una aproximación realista.
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