Bienvenidos al metaverso. Danos tu dinero.
P
ese a que debe ser uno de los ma- yores convencidos de que en el universo digital no desaparece nin- guno de nuestros rastros, uno po-
cebook a Meta, ahora como firma sombrilla, parece evidente que todo eso es una estrategia de “limpieza de nombre”, dada la cantidad de presiones y deman- das que tiene la compañía, sobre todo en el continente europeo, donde se le acusa de prácticas monopólicas, evasión fiscal y manejo indebido de datos personales. Todo un coctel de esas cosas que no le provocan una sola sonrisa al polémico empresario, a quien de por sí le cuesta un gran esfuerzo sonreír. Teclea Zuckerberg-Meta en tu smartphone o com- putadora y cuenta el número de sonrisas auténticas de este hombre, y preferentemente hazlo en YouTube para que no le obsequies tráfico a sus plataformas. Por supuesto, no solo intentes contar sonrisas, sino pon atención a todo lo que impulsa con el cambio de nom- bre. Allí escucharás varias veces la palabra metaverso. Pero vamos por partes. EL PODER DE ZUCKERBERG Al fundador de Facebook le encantaría que lo perci- biéramos como un programador y un filántropo. Lo primero, porque lo libera de toda la controversia ini- cial de haberse robado la idea de la red social de los gemelos Cameron y Tyler Winklevoss, entonces alum- nos de Harvard, al igual que Zuckerberg. Muchos años después de litigio en tribunales, finalmente llegaron a un acuerdo, que implicó el pago de 20 millones de dólares en efectivo y 45 millones en acciones de Fa- cebook. Una mínima raspadita, aunque golpe duro al ego, porque detrás hay un reconocimiento tácito de
dría imaginar que Mark Zuckerberg confía en que ya pocos se acuerden de aquel incidente con Cambridge Analytica que dejó al descubierto el verdadero negocio del fundador de Facebook: vender nuestros datos. Recordar es volver a vivir: en la segunda mitad de la década pasada, la tristemente célebre firma británi- ca Cambridge Analytica recopiló los datos de millones de usuarios de la red social, sin su consentimiento, para utilizarlos en cuestiones de propaganda política: el referéndum del Brexit y las campañas de Donald Trump y de Ted Cruz, entre otras monerías. La información fue revelada al unísono por los dia- rios The New York Times y The Guardian y, si bien Facebook se desmarcó de inmediato de la operación, Zuckerberg debió testificar ante el Congreso estadou- nidense y su empresa se hizo acreedora a una mul- ta de cinco mil millones de dólares, impuesta por la Comisión Federal de Comercio. En 2018, Cambridge Analytica se declaró en quiebra en Estados Unidos. Facebook perdió 120 mil millones de dólares de valor en sus acciones. (Recomendamos ampliamente el do- cumental Brexit : The Uncivil War , protagonizado por Benedict Cumberbatch). Pero la vida sigue. Y aunque el señor Zuckerberg y sus huestes hayan construido una misión colosal que pretende justificar el cambio de nombre de Fa-
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