periodista Sirin Kale en The Guardian : “Marzo se con- virtió en junio y luego en enero. Mis días no tenían for- ma. Estaba aburrida. Así que empecé a comprar cosas en línea, por la pequeña emoción de picar el botón de check out y que mi compra llegara días después, un pequeño gusto para romper con la monotonía del día”. La cosa es que nadie sabía que la pandemia dura- ría más de dos años, así que estos gustitos se fueron acumulando y al final las personas terminaron siendo dueñas de plantas que únicamente llegaron a su casa a morir, una parrilla que solo usaron una vez, docenas de libros sin leer y un montón de ropa que no pueden estrenar porque el uniforme de la nueva normalidad son los pants y sudaderas. A esto, Sheila Forman, investigadora y psicóloga clínica, le llama compras emocionales: “Gastar dinero
nos ayuda a sentirnos mejor, ha sido un mecanismo de supervivencia para muchos estadounidenses du- rante mucho tiempo”, escribió en Verywell Mind , un reconocido blog de psicología. Y con el aislamiento social, la gente ya no salía a comer o de fiesta, no gastaba en gasolina, y ahorrar para las vacaciones era totalmente innecesario. La acción más lógica fue gastar y hacerlo para sentirse mejor. Esto se hizo más fácil con la escuela y el trabajo en casa: siempre estamos conectados, siempre estamos frente a una computadora que recuerda las páginas que más nos gustan, nos facilita nuestra información financiera y nos bombardea con anuncios de cosas que vimos anteriormente. Literalmente a veces solo tenemos que dar un clic o decirle a Alexa que haga la compra. Es la misma historia con las redes sociales. ¿Cómo no ceder ante la tentación de comprar zapa- tos que vayan con la bolsa que compraste la semana pasada si, de acuerdo con Forbes , los miembros de la generación Z pasaron en promedio 297 horas en Instagram el año pasado?
EL PRIMER PASO ES ACEPTAR QUE TIENES UN PROBLEMA
Este fenómeno, bajo este contexto, es relativamente nuevo. Todavía no existen muchos reportes o estudios que analicen el impacto de este patrón de compor- tamiento durante los dos años que el mundo lleva detenido. Sin embargo, algo que sí se empieza a ob- servar es que el gasto descontrolado puede llegar al endeudamiento, especialmente peligroso si se redujo el salario, las horas de trabajo o se perdió el empleo durante la pandemia.
EXISTEN MUCHAS RAZONES POR LAS CUALES LA GENTE COMPRA COSAS: SE QUIERE REPLICAR UN SENTIMIENTO DE FELICIDAD, CALMAR LOS NERVIOS, SENTIR SEGURIDAD
O DESPEJAR EL ABURRIMIENTO. SON COMPRAS EMOCIONALES.
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