Revista AOA_14

planta 5 º piso villa frei

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planta piso tipo villa frei

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elevación lateral villa frei

corte tipo a villa frei

corte tipo b villa frei

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En su libro “Arquitectónica”, José Ricardo Morales planteaba que el diálogo entre arquitectos y clientes era de sordos, ya que ninguno se ponía atención, produciéndose un quiebre entre lo que entiende, quiere y pide el cliente, y lo que entiende el arquitecto que quiere el cliente. Uno habla de espacios y conceptos, mientras el otro habla de casa, hogar, recintos acogedores más allá del concepto de espacio. El cliente plantea un límite. Si no existe un cliente no hay límites de ningún tipo, sean estos espaciales, vivenciales, de magnitud, de uso o económicos. Es lo que sucedió en Chile con proyectos habitacionales a lo largo de nuestra historia moderna y que han marcado el desarrollo de nuestras políticas de vivienda como Unidad Vecinal Presidente Frei (1965 – 1968), y la Remodelación San Borja (1966 – 1973), ambas ubicadas en Santiago 15 . En relación a los proyectos regionales, la cantidad y magnitud de ellos varía dependiendo de la ciudad, concentrando Antofagasta uno de los conjuntos más extensos que recorre casi toda la parte sur en sentido perpendicular, de cordillera a mar. De los primeros conjuntos

Pero en la práctica eran otra cosa. En 1956, el arquitecto Minuro Yamazaki construyó el conocido y desastroso conjunto Pruitt – Igoe, en St. Louis. Bloques de departamentos de 14 pisos con pasarelas que cruzaban de un sector a otro, a los que fueron trasladados comunidades afro americanas de sectores marginales. La comunidad no logró adaptarse al proyecto, que se convirtió en un lugar inhabitable. La paradoja es que el proyecto y el arquitecto habían sido merecedores del premio al mejor conjunto habitacional del país, otorgado por el American Institute of Architects (AIA) de Estados Unidos, al integrar los principios del movimiento moderno. El proyecto de Yamasaki ni siquiera incluía la dicotomía arquitecto-cliente, ya que al tratarse de conjuntos masivos las decisiones fueron unilaterales y no existió una contraparte. En la carta de Atenas, redactada en 1942 por Le Corbusier, se planteó que la ciudad debía asegurar la libertad individual y los beneficios de la acción colectiva. Lo anterior se tradujo en los cuatro postulados para dividir la ciudad: Habitar – Trabajar – Descansar - Circular.

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