360 UDEM No.6- El k-pop es cosa seria

P A P E R

Lo que me parece más interesante de la teo- ría de justicia de John Rawls es su propósito de vincular, desde sus principios fundamenta- les, igualdad y libertad. Es decir, lo que Rawls quiere repartir en última instancia no es tanto el goce de bienes materiales cuanto el ejer- cicio de libertades individuales. Así, sale al paso de la crítica marxista de la “abstractez” de los derechos liberales (la famosa libertad del proletario para morirse de hambre) y enfo- ca su razonamiento hacia la creación de me- canismos que permitan a los individuos más desprotegidos contar con los recursos para ser concreta y verdaderamente libres. El punto nodal de la teoría rawlsiana es, a juicio mío, la igualdad de oportunidades. Se trata en cierta manera de una meritocracia. Nadie merece las ventajas o las desventajas de sus dotes genéticas o de sus circunstan- cias familiares, porque son cualidades “de distribución moralmente arbitraria”. Ni la in- teligencia o el talento ni el privilegio de nacer en una familia rica o poderosa, ni siquiera la buena suerte, deben constituir un hándicap favorable; a la inversa, ni las limitaciones in- telectuales o familiares ni los accidentes de- ben impedir que alguien se rezague. Para eso debe haber leyes e instituciones compensa- torias. Lo único que justifica una posición ventajosa o desventajosa son las decisiones o elecciones que tomen las personas, quienes son responsables de sus actos. Ronald Dworkin, por su parte, equipara justicia con justeza ( justice and fairness ). Para él, la clave de una distribución justa de los “recursos” es la igualdad inicial. La igualdad que le interesa, además, no es la del bienestar sino la de los recursos. Su fórmula teórica es una subasta de recursos materiales

entre los miembros de la sociedad, en la que todos tienen igual poder para pujar por todos los recursos. La puja termina en el equilibrio: nadie quiere cambiar lo que ha obtenido. En otras palabras, la justicia distributiva se alcanzaría si se repartieran todos los bienes en partes iguales entre todas las personas, y luego se les permitiera intercambiar entre todos algo de lo que tienen hasta quedar sa- tisfechos. Adicionalmente, cada uno puede comprar dos tipos de seguros: uno contra la eventual baja rentabilidad de su talento y otro contra sus posibles discapacidades. Los seguros se compran con los beneficios adqui- ridos en la vida post-subasta. El planteamiento de Dworkin me parece in- teresante por su formación. Pese a ser primor- dialmente un filósofo del derecho, su razona- miento es el de un economista. Para él hay dos clases de suerte, la opcional y la bruta; la primera es el resultado de apuestas calcula- das y la segunda de consecuencias fuera del control del apostador. Con ecos orteguianos, argumenta que el destino de la gente es pro- ducto de circunstancias y decisiones, y que lo que hay que garantizar es que las circunstan- cias sean iguales para todos y que todos se ha- gan responsables de sus decisiones. El punto de partida ha de ser el mismo, pero una vez arrancada la carrera los adelantados y los re- zagados se habrán ganado a pulso su posición. Contrarrestando los accidentes, contratados los seguros, las desigualdades resultantes son moralmente aceptables. John Rawls y Ronald Dworkin son liberales igualitarios. Ambos concentran sus teorías en la igualdad de oportunidades, aunque difieren en la forma de lograrla. Dworkin profesa más respeto y admiración por el capitalismo y da

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