CAPÍTULO 2 ICYD 2023

Con los brazos abiertos al futuro

Diana Morant Ripoll, ministra de Ciencia e Innovación

Severo Ochoa, Pilar de Madariaga o Dorotea Barnés. Juan Negrín, Arturo Duperier y Blas Cabrera. Amparo Poch y Gascón, Enrique Moles, Luis Santaló. Son algunos de los nombres de quienes formaron la edad de plata de la ciencia española. Todos ellos tuvieron que huir de España tras la guerra civil; por represión política, porque se les privó de su puesto de trabajo o porque no disponían aquí de los medios para continuar. Se refugiaron en Latinoamérica o en Europa. Algunos (como Amparo Poch y Gascón, médica feminista y antifascista) murieron pobres y en el exilio. El río de científicos y científicas expulsados de su país, de su profesión y de su propia vida no es un asunto eminentemente español. A la guerra en nuestro país siguió de forma inmediata el trágico conflicto que movió los cimientos de toda Europa y de todo el mundo, que provocó un éxodo de científicos sin precedentes que huyeron del terror fascista en Alemania, en Italia y en otros países ocupados por el Eje. Pero la fuga de cerebros de un país no es consecuencia exclusiva de regímenes totalitarios y racistas o de guerras sangrientas. Hay otra manera de mermar el talento científico de una nación, de minar la capacidad investigadora de una sociedad y de debilitar la ciencia, una herramienta fundamental para asegurar el progreso, la salud y el bienestar de las personas. Esa otra manera puede darse en plena democracia y en periodos de paz, y aquí en España la conocemos bien, porque se aplicó durante años, a golpe de recortes y políticas reaccionarias, y sus consecuencias fueron nefastas. El flujo de población que abandonó España en los años de la recesión tras la última crisis supuso el más alto nivel de emigración de la historia reciente de nuestro país. Aquellos que se iban eran, además, más jóvenes y con más nivel educativo que los que se quedaban. La fuga de cerebros, es decir, la migración de personal altamente cualificado (esa nueva dimensión de la precariedad) ha sido un fenómeno que ha condicionado negativamente la estructura laboral y económica de nuestro país. Casi dos millones y medio de españoles en el extranjero en la última década. El 80% de ellos, universitarios. Las consecuencias de que estos cerebros a la fuga no regresen son realmente catastróficas: no solo disminuye el talento y la competitividad económica del país, sino que, además, el retorno de lo invertido por el Estado en su educación se pierde.

La hemorragia del talento investigador fue especialmente abundante. No hay que olvidar que en España, no hace tanto tiempo, se hicieron célebres afirmaciones como la del filósofo y médico Laín Entralgo, que decía que España se podía permitir el lujo de exportar científicos e importar futbolistas. La herida ha sido profunda. Las políticas de recortes y austeridad a las que estuvo sometido nuestro país durante los últimos Gobiernos del Partido Popular se olvidaron de que la ciencia es fundamental para salir de cualquier crisis, de que crear oportunidades para los científicos y las científicas es la única manera de no perder el tren del verdadero progreso: el que pone en el centro la salud de las personas, el bienestar de una sociedad, de la mano de la ciencia, la dignidad laboral y la justicia social. El Gobierno de Pedro Sánchez, a pesar de las brutales adversidades a las que se ha enfrentado nuestro país (una pandemia, una guerra en Europa, una crisis energética y económica derivada de esta), ha tenido claro desde el principio que la única forma de prosperidad es la que va anclada a la ciencia y a la innovación. Hoy día, nuestro país apuesta como nunca antes por la I+D+I, por medio del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Somos el segundo país de la Unión Europea que más fondos de recuperación dedica a la I+D+I, hemos doblado el presupuesto en ciencia heredado del Gobierno anterior y estamos revolucionando el panorama científico e innovador en España. Hoy día, uno de cada cuatro nuevos empleos que se crea en España es en los ámbitos de la investigación científica y el desarrollo tecnológico. La reforma profundísima que hemos hecho con la Ley de la Ciencia para financiar nuestro sistema público de ciencia, tecnología e innovación es un hecho también sin precedentes. La década de expulsar talento se acabó. El Gobierno de España está comprometido firmemente en atraer talento. Y en recuperar a quienes se vieron obligados a irse. Porque es lo que la sociedad española demanda, porque es lo que la sociedad española merece y necesita. Porque es positivo que los jóvenes salgan fuera a conocer otros países, a seguir formándose si así lo desean, siempre que sea de forma voluntaria, siempre que no sea una fatalidad, el resultado de un abandono. Pero es imprescindible que puedan volver. Es imprescindible que España les ofrezca oportunidades, una vida digna, un motivo de esperanza.

Por fin, España es un país atractivo para el talento. Un país donde se puede ser científico o científica y además tener estabilidad laboral y calidad de vida. El Plan de Atracción y Recuperación de Talento, desplegado desde el Ministerio de Ciencia e Innovación y con una inversión de 3.000 millones de euros, es otro de los puentes que nos conectarán con ese futuro que todos y todas queremos. No solo hemos aprobado la mayor oferta de empleo público en ciencia en los últimos 15 años y hemos aumentado y dignificado los contratos más prestigiosos en investigación, los Ramón y Cajal y los Juan de la Cierva, sino que hemos lanzado la convocatoria ATRAE (inédita antes en España), dirigida a atraer a los investigadores e investigadoras R4, el escalafón superior del talento con trayectoria consolidada. Investigadores de alto nivel líderes en sus campos que hayan desarrollado recientemente su trabajo en el extranjero, ya sean españoles y españolas que se fueron o foráneos. En la primera convocatoria, de finales de junio de 2023, ofrecíamos un millón de euros a 25 investigadores e investigadoras de primer nivel mundial en cualquier área del conocimiento, para financiar proyectos de tres o cuatro años de duración. Y este programa ha venido para quedarse. Porque queremos reforzar la competitividad de nuestro sistema de ciencia. Porque queremos las mejores mentes para la mejor España. No son otros los que tienen que investigar. Somos nosotras, somos nosotros. Y aquí lo haremos, en nuestro país, en nuestra casa. Y abrimos los brazos a los que se fueron y también a los extranjeros que deseen venir a formar parte de esta transformación colectiva, de este país que queremos amable, brillante, próspero. Sin ciencia, ya lo sabemos, no habría futuro. Sin científicos y científicas, este hogar estaría vacío.

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