Habitaciones en terrazas con Cordillera de la Costa (© foto Hugo Segawa).
Entre el mar y el desierto: la metáfora del lugar
Acerca de la Casa de Retiro Fundación Alonso Ovalle y Colegio San Luis, de Glenda Kapstein y Osvaldo Muñoz. Antofagasta, Chile, 1990-1991.
Por Hugo Segawa (**)
Una de las imágenes más impresionantes que tengo en la memoria la divisé desde la ventana del avión al aproximarme a Antofagasta. Desde lo alto, el azul profundo del Océano Pacífico se enfrenta con el brillante dorado del desierto. La ciudad no es más que un nudo en la frontera entre el agua y la arena. Visité el norte de Chile por primera vez en 1997. Como invitado a la XI Bienal de Arquitectura de Chile en Santiago, aprovechaba para conocer Antofagasta, invitado por la Universidad Católica del Norte y Glenda Kapstein. Conocí a Glenda en Venezuela el año 1993, en un seminario promovido por Oscar Tenreiro en Ciudad Bolívar. En aquel encuentro ella presentó la entonces recién construida Casa de Retiro Fundación Alonso Ovalle y Colegio San Luis, que había diseñado con Osvaldo Muñoz. Me impresionaron intensamente las imágenes del ambiente, del lugar, de la arquitectura en aquel paisaje. El más desierto de los desiertos: ¿qué tan hostil es la naturaleza y qué misterioso paisaje deben los humanos enfrentar? Glenda indagó el tema de manera sistémica: “¿Cuáles son los elementos que amarran la arquitectura al lugar, de modo que se constituya en parte del paisaje y a su vez colabore a la memoria e identidad de sus habitantes? ¿Cuál es el carácter de la arquitectura de este lugar, de clima y condiciones extremas de desierto? ¿Cuáles son las invariantes que debieran transformarse en un hecho vital para la arquitectura del desierto, llamado el más árido del mundo?”. Y añadiría: ¿De esta solicitud, se puede extraer alguna belleza?
La Casa de Retiro es correspondencia práctica de una tesis desarrollada por Glenda Kapstein en su enfoque hacia la naturaleza árida del norte chileno: los espacios intermedios. El conjunto es un establecimiento jesuita para el recogimiento y servicios comunitarios, con su respectiva infraestructura: alojamiento, oratorio, Capilla, salas de clases, salón de actos, anfiteatro, lugares de reunión al aire libre, comedor para niños, cocina, lavandería, vivienda del guardia, administración. El programa funcional es prosaico, pero Glenda Kapstein y Osvaldo Muñoz fueron capaces de establecer una notable correlación entre el mundo introspectivo y activo de los religiosos con el sitio y su entorno, en su concreción y como abstracción. Un pequeño mundo se creó tras los muros de piedra y albañilería que rodean una franja de tierra que se extiende en la dirección norte-sur, vecino al caserío de un vecindario corriente y una carretera que la separa de la costa. En la ausencia de los pequeños frecuentadores del lugar, la atmósfera es de serenidad. Penetramos en un microcosmos en el que la disposición de los volúmenes y planos encuadra la mirada para las tonalidades del paisaje cercano y lejano: el gris-amarillento de las paredes y de la arena, y el azul del mar y del cielo.
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