corte a Casa de Retiro
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corte b Casa de Retiro
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En una ciudad donde caen 3 mm de agua en el mes más lluvioso existe libertad de (des)cubrir los espacios. En un bello día de sol, cubiertas reticuladas proyectan fuertes sombras, rayando las superficies horizontales y verticales intramuros, cambiantes a lo largo del día, confundiendo y enredando nuestra mirada. De la mayor parte de su interior se tiene el privilegio de ver un impresionante escenario: la vista hacia el Pacífico. Pero una mirada más atenta revela que, desde la mayoría de los interiores, el exterior es una presencia porfiada: difícil no vislumbrar algo de la naturaleza circundante. Pero no se trata de cualquier paisaje. Glenda fue capaz de tratar aquel lugar como mi primera impresión al aproximarme a la región mirándola a través de la ventana del avión. Los espacios del Retiro son alegorías de aquel impresionante coloquio entre el mar y el desierto, para el deleite humano. Al adentrarse entre los muros, la sensación es que dejamos el rumor de la ciudad. Tenemos la intrigante impresión que dejamos la civilización contundente, y apreciamos la confluencia de la arena con el agua, teniendo en uno de los extremos del terreno la capilla y el oratorio como testigos de ese encuentro. Por otro lado, si damos la espalda al mar, veremos la horizontalidad del bloque de habitaciones en primer plano y en el horizonte siguiente, la deslumbrante vista de la cordillera abrumada u ofuscada por la intensidad de la luz. Panorama que da a entender que no hubiera nada construido entre el Retiro y las montañas, sugiriendo un total aislamiento del lugar. El territorio se ordenó en planta y en relieve como una metáfora de la región: el mar, desierto y la “ciudadela” en un continuum. La “ciudadela”, como se refería Glenda, es la parte construida (alrededor del 10% del terreno), en la que las actividades cotidianas se concentran en una franja en el límite oriental, hacia el barrio. Los jardines ocupan algo más de un 28% de la superficie total. Más del 60% del área fue mantenida libre, con su arena. Los horizontes, las distancias físicas y visuales rigen un compasado ritmo de meditación, de ritualismo. Una síntesis semántica del desierto, del mar, de la cordillera, en un microcosmos construido sutilmente, es la expropiación de las virtudes de esa naturaleza, y de ese paisaje para premiar el espíritu contemplativo humano.
Pasillo longitudinal con celosías y habitaciones en terrazas.
Patio intermedio con entramado de sombras (© foto Glenda Kapstein).
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