Revista AOA_01

Uno de los primeros impulsos que tuvo Emilio Duhart al regresar a Chile, luego de haber realizado sus estudios primarios y secundarios en París, fue colgarse una mochila al hombro y lanzarse a la aventura de recorrer y conocer hasta los rincones más entrañables del sur de Chile. Entonces, esa Finis Terrae que le había visto nacer en Temuco del 1917, se mostró ante él con todo su esplendor y el joven Duhart se fascinó con su naturaleza, su geografía, su gente y su historia. En aquel tiempo -1935-, en medio de la sorpresa y admiración por el paisaje de su país natal, comenzaba a crecer en su espíritu una gran pasión que jamás le abandonaría, su vocación de arquitecto, disciplina que luego el mismo describie- ra como el Con el vertiginoso correr de los años y a pesar de haber nutrido sus intereses con estudios en Harvard y París con maestros como Walter Gropius y Le Corbusier, sus proyectos arquitectónicos daban cuenta de la impresión de aquellos viajes por Chile. Subyacentes se encontraban esos paisajes, el gesto de su naturaleza y la simbología de su historia, a través de un lenguaje accesible y claro. Y es que la preocupación por hacer que la arquitectura fuera un servicio de alcan- ce e interpretación universal era para él un imperativo. “Por favor, desprendámo- nos de nuestra jerga de especialidades, hablemos con palabras y frases entendi- bles por todos y no un dialecto de secta” increpaba Duhart a los arquitectos en su discurso dictado al recibir el Premio Nacional de Arquitectura en 1977.

Icono que Emilio Duhart incluía en sus planos, representando los pun- tos cardinales y la ubicación de hitos geográficos de Santiago.

1.

Un Arquitecto Moderno

A pesar de la gran influencia de esos maestros y en especial de Le Corbusier, con quien cultivó una estrecha amistad, fue bueno que Duhart haya tenido la autonomía para recibir el influjo de ese gran creador sin quedar irradiado, como le pasaba a algunos de sus colaboradores más jóvenes. Sin embargo, es Le Corbusier quien influye de mayor manera en su identificación con las ideas del Movimiento Moderno, en su ánimo por difundirlas y aplicarlas en Chile. Parecía necesario desprenderse claramente de la arquitectura reinante hasta finales de la década del 30 en Chile, que era más que nada un decorado formal para una sociedad aún culturalmente fijada en convenciones del siglo XIX y dar paso a una arquitectura racional, en que la forma es consecuencia de la función, subordinada a la calidad de vida y al servicio del hombre, protegiendo y facilitando todos los actos de su vida. Duhart se instala a la cabeza de la propagación en Chile de estos ideales. Tomando el hormigón como uno de los materiales primordiales del Movimiento Moderno, esta nueva arquitectura gana terreno y termina por imponerse a través de una generación de arquitectos y, en buena medida, por la acción de Duhart. Es una época de colonización del ambiente que emprenden los postulados y la estética de la arquitectura de avanzada de la época. Las ideas fuerza del Movimiento Moderno, presentes en la obra de Duhart, se conjugan con tres elementos adicionales, propuestos por Alberto Montealegre, autor del libro , como ejes centrales de su legado. Estos son el sentido de la escala, del lugar y de los materiales. El sentido de la escala es quizás el más importante y característico. Para captarlo enteramente hay que recorrer los edificios. En ellos la escala humana está siempre presente, incluso en grandes espacios públicos. Aunque tengan carácter monumental, como el Edifico de Naciones Unidas, se les siente siempre proporcionados. No están concebidos para impresionar. Son sólo una expresión poética justa del significado de la organización que albergan. El sentido del lugar es un elemento que agrega como componente esencial la sensibilidad por los valores de la geografía y el paisaje de Chile. En los planos de planta de los proyectos desarrollados por su oficina se agregaba un típico ícono (gráfica 1.), una especie de rosa de los vientos, que además de los puntos cardinales indicaba la posición y nombres de los cerros más notables que rodean Santiago, para referirlos al trabajo en desarrollo. Es preciso abordar el sentido de los materiales más adelante, al analizar el uso del hormigón en el Edificio Naciones Unidas.

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