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puede reconocer por algunos signos o sínto- mas, es más habitual que se la detecte por un análisis de sangre. Como todo proceso inflamatorio, puede tener un origen infeccio - so o no infeccioso. Entre las hepatitis de origen no infeccioso, las más comunes son consecuencia de la exposición a sustancias tóxicas, como me- dicamentos o productos químicos. Además, el consumo excesivo de alcohol durante mucho tiempo provoca la hepatitis alcohóli - ca. Sin embargo, también existen las hepati- tis autoinmunitarias, es decir, como conse- cuencia de la acción del propio sistema inmunitario sobre el hígado. A estos cuadros se suman las hepatitis infecciosas. Nueve de cada diez de ellas, por lo menos, se deben a virus. Las más frecuentes se denominan con las primeras letras del alfabeto (A, B, C, D, E, F y G) , y los virus que las causan infectan, en especial, el hígado. Estas hepatitis virales son las que nos proponemos eliminar hacia 2030, ya que se han convertido en un verdadero proble -
ma de salud pública mundial por sus posibles complicaciones. La Organización Mundial de la Salud calculó que mueren 1,4 millones de personas al año por hepa - titis agudas o crónicas, por lo que son la séptima causa de muerte. De hecho, la tasa de mortalidad global por hepatitis virales ha superado a la mortalidad por el VIH, la tuberculosis y la malaria. En nuestro país, las hepatitis A, B y C son las más frecuentes por muy amplio margen. Desde 2005, gracias a la incorporación de la vacuna contra la hepatitis A en el Calendario Nacional de Vacunación para niños y niñas de 12 meses, han disminui - do drásticamente los nuevos casos, y ya no se observan las complicaciones graves. Tan así es que, hasta 2005, la hepatitis A fulminante era la primera causa de trasplante de hígado en niños, pero esto ya no sucede. Sin embargo, de acuerdo con el último boletín nacional sobre hepatitis, en la última década aumentaron las infecciones en jóvenes de 20 años a 39 años, en especial en los
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