Revista Vivienda Infonavit Año 6 No 2 (Diciembre 2022)

“Chaparra, sucia y triste” Como hemos podido ver, la cara de Monterrey ha cambiado en distintas ocasiones, y no nece- sariamente por inundaciones. A inicios de la década de 1980, por orden del gobernador de Nuevo León en esa época, Alfonso Martínez Domínguez, muchas manzanas del primer cuadro de la ciudad fueron demolidas 9 con el argumento de la modernidad (entiéndase esto último como cambiar lo viejo por lo nuevo). Gran parte de la arquitectura del centro era vista como algo ran- cio que debía ser remplazado por elementos que dotaran de progreso a la ciudad. Se hablaba de que el centro (no solo geográfico, sino poblacional) estaba sucio, feo y abandonado; hay quienes, incluso, aseguran que el gobernador Martínez Domínguez se refería a Monterrey como “una ciudad chaparra, sucia y triste” 10 y, por ello, su plan era modernizarla. La historia la conocemos: fueron demolidas decenas de manzanas con arquitectura regional que hoy solo podemos ver en fotografías histó- ricas o en páginas web que recuerdan el ayer; pero, aunado a la pérdida de herencias cultura- les edificadas, se perdieron cientos de hogares, pues la construcción de la Macroplaza estuvo acompañada también de desalojos forzosos. 11 Si desde el gobierno se siembra la idea de que las construcciones con sistemas constructivos tra- dicionales poco importan, la comunidad puede terminar por creerlo. Las ciudades son entes vivos que crecen, se desarrollan y se transforman. Pero ¿por qué no utilizar lo mejor del pasado para mejorar nuestro presente y futuro? La creación de la Macroplaza en el centro de Monterrey es una herida que continúa sin sanar. No obstante, más que abordarla en este texto, proponemos dejar de lamentarnos por lo perdido que, si bien es irrecuperable, ello ha impedido que podamos observar toda la arquitectura que aún existe en el centro y que puede ser recuperada para habi- tarla o utilizarla de muchas otras formas. Vaya, de tener los ojos tan hinchados de llorar por el cine Elizondo 12 u otras construcciones icónicas, no hemos sido capaces de enfocarnos en lo que aún perdura y resiste.

Conjugar pasado y presente Al inicio se dijo que una de las acepciones de ‘restaurar’ es “poner una cosa en el estado o estimación que antes tenía”, pero no, no somos Indiana Jones buscando a la ciudad perdida del siglo XVII, lo que buscamos con la restauración de la arquitectura preexistente es conjugar pasado y presente para lograr algo mejor. Los centros urbanos de ciudades como Monterrey han pasado por un proceso de transformación que, como hemos visto, no necesariamente significa evolución: los espacios centrales se han convertido en un terreno de especulación inmobiliaria, pero también continúa siendo el hogar de miles de personas que llevan habitándolo y resistiendo por varias generaciones. Por otro lado, se encuentra el crecimiento de las periferias, lo que ha hecho que la ZMM crezca como una mancha voraz 13 que se come todo a su paso (como en muchas ciudades en México). En las periferias hay de todo, desde “minicasitas” 14 hasta fraccio- namientos de clase media y media alta, siendo estos los menos. Desde hace años, para contrarrestar este punto y bajo un discurso de “redensificación”, se liberaron las alturas de construcción en el centro, vinculando a las nuevas edificaciones bajo el modelo de Desarrollo Orientado al Transporte (DOT), 15 y de esta manera comenzó el boom inmobiliario del crecimiento vertical en el cen- tro de la ciudad desde hace alrededor de una década, incluido el primer cuadro. De ahí la importancia del contexto histórico arriba descrito. 16 Junto a construcciones vernáculas de un solo nivel, en donde habitan principalmente personas adultas mayores, se levantan torres de más de 18, 30 e incluso —hay edificios ya proyectados— más de 40 niveles. Con eslóganes publicitarios como “todo vuelve al centro”, “renacentro”, “habita el mejor pedacito de Monterrey”, distintas inmobiliarias o el propio municipio de Monterrey, en el transcurso de diferentes administraciones, han elaborado campañas de mercadeo para decirle a la población que el centro —ese centro sucio, solo y abandonado (porque se ha partido de la errónea creencia de que nadie lo habita)— será “regenerado”. ¿Suena familiar? Es como si Alfonso Martínez Domínguez por fin viera su sueño cumplido. Sin embargo, la mayoría de las construcciones —que comien- zan desde los 25.7 metros cuadrados— 17 son inaccesibles econó- micamente para la mayoría de la población, la misma que, al final, seguirá ocupando las periferias. 18

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