El estilo duro de negociación Llegamos mi esposa y yo, en 2018, a la planta de manufactura ubicada en una avenida de Apodaca, en donde un empresario coreano fabricaba equipos de gimnasios al aire libre para parques y jardines, así como otros artefactos novedosos para recargar teléfonos celulares y acceder a redes de wifi. Nos interesaba comprar precisamente uno de estos equipos electrónicos y se presentó la oportunidad, a través de terceros amigos mutuos coreanos, de hacer la compra de fábrica y directamente con el dueño. El señor Lee nos recibió en la antesala de sus oficinas con cortesía y sonrisas. No hablaba mucho español y nos pidió conversar en inglés. Después de las presentacio- nes y algo de plática ligera, llegó el momento de la negociación, para lo cual me invitó a pasar a una sala de juntas a ver los detalles de la compra. Yo entré y, sin pensarlo, mantuve la puerta abierta para que entrara también mi esposa. El señor Lee no dijo nada al respecto, pero sentados frente a frente, de inmediato empezó la negociación: su rostro firme, serio, la mirada fija en la mía, sin voltear a ver a mi esposa y solamente dirigiéndose a mí. En todo el tiempo que negociamos, el empresario coreano, ya muy experimen- tado, me dio una lección a fondo del estilo duro de negociar de los coreanos, de cómo se activa un resorte al iniciar una sesión de negocios que elimina cortesías y sonrisas para enfocarse únicamente en la materia. Siendo Lee parte de “la vieja escuela” empresarial, siguió la tradición de que los negocios se hacen entre hombres. Las mujeres pueden sentarse y presenciar, pero no son tomadas en cuenta. Suena duro para los mexicanos y en la época actual, es verdad, pero así se cerró el trato con él. Tiempo después, al platicar con otro hombre de nego- cios coreano, el señor Kim (residente en San Diego, California), le conté esta anécdota, sonrió pero no se sorprendió, y solamente me dijo: “así hay que negociar con los chinos y eso es lo que aprendemos los coreanos”. Al final, el trato se cerró, entró a la sala de juntas su hijo, joven y todavía estudiante universitario, quien hacía sus pininos al lado de su padre. La sonrisa y las cortesías volvieron al rostro del señor Lee, no por hipocresía, sino porque así entiende que es una negociación oriental; su planta manufacturera está ubicada en Apodaca, pero él vive en San Pedro Garza García. Reflexiones finales Una vez pasada la fase aguda y disruptiva de la pandemia por la COVID-19, y a pesar de su impacto en la economía de Nuevo León, considerando el hecho de que la industria nuevoleonesa participa en el sector exportador hacia Estados Unidos y se beneficia del impulso económico de ese país, es muy probable que se reanude el ritmo de la migración coreana a esta metrópoli a niveles anteriores a la pandemia. Es verdad que hay comunidades grandes de coreanos en la Ciudad de México (la más numerosa, según amigos empresarios coreanos), así como en Tijuana, Guadalajara y Mérida, pero para las y los jóvenes coreanos profesionistas, empleados o empresa- rios, la perspectiva de vivir y prosperar en Monterrey, tan ligada y cercana a Estados Unidos, resulta un atractivo adicional. El establecimiento de la planta de Kia Motors, en 2016, fue el parteaguas para proyectar esa migración a largo plazo y asegurar que los migrantes traigan consigo un nivel socioeconómico más elevado que otro tipo de migraciones recientes —como la de venezolanos, haitianos y centroamericanos— que han llegado a esta zona del país, en buena parte como refugiados, además de migrantes, y que enfrentan una situación radicalmente distinta a la de los coreanos.
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