La población urbana estimada para 2050 en todo el orbe será de 6 300 millones, cifra que represen- tará a 70% de la población mundial (Seto, Parnell y Elmqvist, 2013). En la actualidad se calcula que, de la totalidad de las personas que habitan en entornos urbanos, al menos 883 millones lo hacen en barrios marginales (ONU, 2020). Si se parte de este contexto, los principales retos para las ciudades se relacionan con temas como la cobertura de los servicios básicos, vivienda y seguridad alimen- taria, así como el acceso a la salud o a la educación (MAAE et al. , 2021). Además, como resultado de esta creciente urbanización, los habitantes de las ciudades serán muy vulnerables a los efectos del cambio climático, por lo que muchos planes y políticas públicas se centran ahora en fomentar la resiliencia urbana (Bai et al. , 2018; Torabi, Dedekorkut Howes y Howes, 2018). Las ciudades están en la primera línea del cambio climático dada la vulnerabilidad de las infraestructuras críticas, así como de las zonas urbanas y periurbanas que, además de poseer una alta densidad, tienen una alta exposición a fenómenos climáticos extremos (por ejemplo, olas de calor, tormentas, inundaciones y sequías). No obstante, las ciudades también son claves para las acciones de transformación de las sociedades hacia una economía resiliente, baja en carbono y circular (Revi et al. , 2014). Por lo anterior, la resiliencia urbana se ha convertido en un concepto popular en la planifica- ción de las ciudades, como un principio para gestionar el cambio urbano y hacer frente a los ries- gos medioambientales (Lu y Stead, 2013). Es un concepto clave, por ejemplo, en la Nueva Agenda Urbana, así como para muchas agencias internacionales e iniciativas políticas como 100 Ciudades Resilientes (100RC) o C40 Cities. Además, dos de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son especialmente relevantes para este ensayo: el ODS 11 (hacer que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles) y el ODS 13 (adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos). La Ciudad de México ha sido un actor relevante y activo en varias de las iniciativas de ciudades y cambio climático. Durante los últimos 10 años se ha integrado el concepto de resiliencia tanto en su Constitución como en leyes secundarias, estrategias y acciones de gobierno. En este contexto, la arquitectura institucional para integrar la resiliencia ha sido ajustada, en los últimos años, tanto en su estructura como en su paradigma desde una perspectiva más transversal, involucrando temas de sostenibilidad y cambio climático hacia un paradigma centrado en la gestión integral de riesgo (Gobierno de la Ciudad de México, 2016; Gaceta 2017, 2018). Ello incluye instrumentos técnicos (p. ej., Atlas de Riesgos), normativos (p. ej., Declaratoria de Desastre) y financieros (p. ej., Fondo de Atencion a Desastres y Emergencias) para la gestión integral de riesgos. Además de lo anterior, se ha conformado un Consejo de Resiliencia con Comisiones Técnicas en materia de Resiliencia Hídrica; Resiliencia Urbana y Territorial; Resiliencia Sísmica, y Resiliencia en el Sistema de Movilidad. 1 Asimismo, se han elaborado instrumentos dirigidos a la acción cli- mática (p. ej., Estrategia Local de Acción Climática 2021-2050), los cuales incluyen acciones de adaptación y resiliencia que responden a un análisis de riesgos y vulnerabilidad ante el cambio climático y escenarios climáticos (Secretaría del Medio Ambiente [Sedema], 2021). En estos documentos se definen dos rutas generales para el fortalecimiento de la capacidad adaptativa y de la resiliencia urbana: a. El desarrollo de instrumentos y acciones para la atención de los riesgos, impactos y vulne- rabilidades al cambio climático (p. ej., sistemas de alerta temprana). b. La transversalización de principios de capacidad adaptativa y resiliencia urbana (p. ej., el desarrollo de acciones conjuntas con el sector privado para el fortalecimiento de la resi- liencia urbana ante los impactos del cambio climático). 2 Uno de los principales riesgos para la Ciudad de México y la región está asociado al abasto de agua para los habitantes, tal y como se aprecia en el Mapa 1 (Gobierno de la Ciudad de México, 2016). La pérdida de agua potable en la red agrava la fuerte sobreexplotación del recurso hídrico, originada por un uso irracional tanto a nivel doméstico como industrial, sin vincularse con una economía circular con un manejo descentralizado y enfocado hacia el uso y gestión del agua (Gobierno de la Ciudad de México, 2016).
94 Vivienda Infonavit • DICIEMBRE 2022
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