Pintores de la galería (1877-1950). 23.05.2024 - 31.…

Exposició de Josep Mª Mallol Suazo (1910-1986) a l'Espai 3 de la Sala Parés

PINTORES DE LA GALERÍA 1877-1950

L a presente exposición forma parte de una iniciativa que Sala Parés recuperó en 2017 con motivo de su 140 aniversario y que se enmarca en el concepto ‘MEMORIA’. Éste nació con el objetivo de poner en valor los orígenes de la galería y los artistas históricos que estuvieron vinculados a ella, reclamarlos y/o darlos a conocer, así como estudiarlos mediante la investigación y proyectos expositivos al servicio de ilustrar diferentes episodios de su trayectoria y, en general de la historia del arte. En esta ocasión, el espectro cronológico parte de la fecha fundacional de Sala Parés como galería de arte (1877) y se desarrolla hasta 1950. La muestra está conformada por una selección de obras a la venta provenientes tanto del fondo de la galería como de importantes colecciones privadas.

PINTORES DE LA GALERÍA 1877-1950

23.05.2024 _ 31.08.2024

Josep de Togores, Bust de dona. París, c.1925. Óleo sobre lienzo, 45 x 60 cm.

JOSEP DE TOGORES (1893-1970)

T ras una primera estada en París en 1913, Josep de Togores quedó influenciado por la pintura de Paul Cézanne (1839-1906). No obstante, tuvo que regresar a Barcelona debido al inicio de la Primera Guerra Mundial. En 1919 se instaló definitivamente en París y contactó con artistas de vanguardia de la capital francesa como Pablo Picasoo (1881-1973), Amadeo Modigliani (1884-1920) o Georges Braque (1882-1963), entre muchos otros. A finales de 1920, el pintor firmó un contrato de exclusividad con uno de los marchantes y galeristas más importantes del momento, Daniel-Henry Kahnweiler (1884-1979), quien presentó su obra por toda Europa con una gran acogida tanto comercial como por parte de la crítica. El escritor y pintor Max Jacob (1876-1944) afirmó que la pintura de Togores de la década de los años veinte era el juste milieu entre la tradición objetiva del realismo español y el vigor constructivo del cubismo, y definió al artista como “un aristócrata, sencillo y natural”. Este momento de la trayectoria de Togores es interesante para apreciar el giro del clasicismo noucentista al clasicismo y ordenación compositiva y estética derivados del cubismo y que tan bien y de manera tan personal asimiló e interpretó. En esta línea destacan obras como la que presentamos, en la que se aprecia la habilidad del pintor en la representación de los volúmenes de una figuración cada vez más depurada. Puede aplicarse lo que afirmaba Willi Wolfradt en la revista Deutsche Kunst und Dekoration en 1923, donde relaciona al artista con Ingres y Renoir entre otros artistas: “la llamada seductora, el dormir femenino, la suave pesadez que colma maravillosamente el recipiente de este cuerpo perfectamente modelado. Es un clasicismo vívido, no epigónico, el que llega aquí a su pleno apogeo. Aquí siempre existe un movimiento que vibra desde dentro, emanando como destello, que ensancha y llena, como energía plástica, la forma. A pesar de la armonización, estos cuadros conservan una agitación incipiente, una concupiscencia delicada; se nutren de una sensibilidad viva [...] La pureza y lo equilibrado de su delicado contornear, de su modelar ingrávido, la manera que une el soplo con la firmeza, no son nunca ni sobrios ni mucho menos relamidos, sino que, con toda su elegancia y suavidad al tacto, toman la fuerza de una belleza clara, castamente dulce”.

JOSEP ROCA-SASTRE (1928-1997)

“Voldria que la meva pintura transcendís el naturalisme, crec que els quadres que faig interpreten més que no mostren la realitat inmediata” Josep Roca-Sastre

P resentamos uno de los primeros pasillos que pintó Josep Roca-Sastre, quien hizo de este motivo una de sus temáticas recurrentes a lo largo de los años ochenta y noventa. Josep Roca-Sastre es uno de los artistas más relevantes del realismo en la Cataluña del siglo XX. El interés de su obra radica en haberse convertido en una de las expresiones más personales de la figuración catalana, con un lenguaje y una factura absolutamente propios y reconocibles. Su personalidad pictórica fue el resultado de una búsqueda de nuevos lenguajes para representar la realidad y también fruto de una experimentación técnica basada en el juego de texturas, contrastes e incluso formatos. Esta experimentación le llevó a una recuperación progresiva de la figuración, pasada por el filtro de todas las fórmulas de las vanguardias que tanto había analizado detalladamente durante la década de los cincuenta. La cotidianidad se erigió como la base y referencia principal de su reflexión pictórica, su centro y principio a partir del cual desarrollar un lenguaje figurativo que interpreta más que no imita la realidad inmediata. A partir del tratamiento depurado de la luz, la construcción geométrica de las formes, de la aplicación del color y la utilización densa, textural y personal de la materia, Roca-Sastre articula sus composiciones. El uso de la fragmentación y la aproximación personal entorno al objeto son clave en la expresividad y originalidad de su pintura.

Josep Roca-Sastre, Passadís. Barcelona, 1976-1977. Óleo sobre lienzo, 145 x 115 cm.

Josep Roca-Sastre, Figura, 1956 . Lápiz sobre papel, 33 x 31 cm.

MANOLO HUGUÉ (1872-1945) D estaca una interesante serie de obras sobre papel realizadas por Manolo Hugué (1872-1945) en dos momentos diferentes de su trayectoria. Cuatro de ellas se sitúan en la década de los años veinte y fueron realizadas en París, donde Manolo estaba representado por el célebre marchante Daniel-Henry Kahnweiler (1884-1979). De hecho, algunos de ellos conservan la etiqueta y registro original de la Galerie Simon en el reverso. Destacamos la Femme pensant (c.1925) por la volumetría, fuerza y tensión de las partes de la figura que tiende a una línea próxima al primitivismo. Por otro lado, exponemos dos obras que Manolo realizó en los últimos años de su vida en Caldes de Montbui (años cuarenta). Ambos son magníficos ejemplos del trabajo de la psicología de los modelos a partir de un trazo espontáneo y dinámico que ya se aleja de la línea y la contundencia de los volúmenes propios de obras anteriores.

Manolo Hugué, Femme pensant, c.1925. Mixta sobre papel, 23 x 16 cm.

Manolo Hugué, Femme et enfant, 1929. Aguada sobre papel, 26 x 20 cm.

Manolo Hugué, Femme au café, 1927. Mixta sobre papel, 23 x 16 cm.

Manolo Hugué, Retrat de Josep Almirall (hijo), 1940-44. Acuarela y gouache sobre papel, 29 x 20,5 cm.

Manolo Hugué, Retrat de Josep Almirall (padre), 1940-41. Gouache sobre papel, 22 x 14,5 cm.

MIQUEL VILLÀ (1901-1988)

“La fe i la passió de Miquel Villà cremen com una torxa” Joan Merli, 1937

L a producción de Villà es una reflexión sobre cómo trascender la representación pictórica tradicional. Con su técnica personal basada en el tratamiento de la pasta de manera profusa y con grandes densidades, Villà fue capaz de jugar con las dimensiones, los espacios y la volumetría, apostando por un planteamiento físico y textural de la pintura. La composición rectilínea es la base donde disponer capas dinámicas de pasta que expresan y parecen estar dotadas de vida y de un movimiento autónomo y libre, generando así ritmos visuales que emocionan y resultan de un trabajo de la materia casi escultórico. Así, en el caso de este paisaje de 1936, cada árbol es concebido prácticamente como un organismo vivo. Sobre esta capacidad de emocionar haciendo uso de la materia, Sebastià Gasch afirmaba que Villà logró un tipo de pintura que el crítico definió como ‘expresionismo anímico’. Igualmente, en este sentido, recuperamos el acertado comentario que escribe Joan Merli en 33 pintors catalans (1937), donde remarca que el artista consiguió «trasladar a la tela las cualidades de las materias y de sus superficies, la piel granulada de la naranja, la corteza del pino, el yeso y la cal de las fachadas y sus grietas, la costra dorada de un pan de payés tostado, la densidad azul del mar y la espuma del mar embravecido […] todo esto empastado con emoción, con una fuerza auténtica que no confía en el azar ni adultera la brutalidad del realismo». Su estilo único e inconfundible, puro y repleto de magia, sorprende y emociona por cómo el artista utiliza la materia para definir las formas de la naturaleza y, sobre todo, para hacernos vibrar, regalándonos una pintura en movimiento y siempre rebosante de vida y emoción.

Miquel Villà, Paisatge . Barcelona, 1936. Óleo sobre lienzo, 60 x 73 cm.

Miquel Villà, El Masnou. Óleo sobre lienzo, 56 x 73 cm.

JOSEP CLARÀ (1878-1958)

A finales de 1900, Clarà decidió establecerse en París, donde permaneció hasta 1931. El inicio de quedó marcado por sus estudios en la École des Beaux-Arts y por las conexiones que estableció con escultores de renombre como Auguste Rodin (1840-1917), Antoine Bourdelle (1861-1929) y, sobre todo, Aristides Maillol (1861-1944). La llegada a la ciudad del Sena fue clave para poder vincular uno de sus intereses con la escultura: la danza. Esta disciplina artística le sirvió como reto para lograr captar el movimiento, los gestos gráciles de las bailarinas, el ritmo y, aún más complicado, inmortalizar el instante fugaz y efímero. Clarà mantuvo relaciones muy estrechas con algunas de las bailarinas más importantes de la época como, por ejemplo, Isadora Duncan, Antonia Mercè La Argentina, Àura de Sarrà, Aran Hugon, Tórtola Valencia, Josephine Baker o Isabel Rodríguez, entre otras, a quienes retrató de maneras y fórmulas diversas. Precisamente, Isabel Rodríguez es la protagonista de El somriure . La obra fue finalizada en 1914 y se enmarca en las propuestas de raíz clásica mediterránea propias de la estética del autor en este momento. El busto de la bailarina fue realizado durante el inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando el artista decidió vivir en París. Años más tarde, hacia 1920, la casa de fundición Pere Godard Fondeur de París realizó un tiraje limitado. La obra permite al escultor captar el movimiento elegante, caprichoso y fugaz de Isabel Rodríguez, quien gira la cabeza y sonríe espontáneamente. La curva forzada del cuello remarca el interés de Clarà en captar el dinamismo, el instante, el ritmo y el giro libre y grácil.

Josep Clarà, El Somriure (retrato de Isabel Rodríguez). París, 1914. Bronze, 17,5 x 10 x 11 cm. Pere Godard Fondeur, París, c.1920. Exposiciones 2021-2022 “Viatgers (1877-1950)”. Sala Parés, Barcelona (cat. sin núm.). 2022 “Barcelona-Paris. A Journey to Modernity (1860-1936)”. Colnaghi, Brussel·les y Londres (cat. núm. 2). 2022-2023 “Entendre la figura (1877-1977)”. Sala Parés, Barcelona (cat. sin núm.). Bibliografía Josep Clarà i els anys de París 1900-1931. L'ànima vibrant. Fundació Caixa de Sabadell / Museu Comarcal de La Garrotxa, Barcelona, 2001, repr. p.19. Barcelona-Paris. A Journey to Modernity (1860-1936). Sala Parés, Artur Ramon Art y Colnaghi, Barcelona, 2022, p. 28-29, repr. p.29.

Créditos

EDICIÓN Y MAQUETACIÓN

Descubre más obras de la exposición

BARCELONA 1877

Con la colaboración de:

Page 1 Page 2 Page 3 Page 4 Page 5 Page 6 Page 7 Page 8 Page 9 Page 10 Page 11 Page 12 Page 13 Page 14 Page 15 Page 16 Page 17 Page 18 Page 19 Page 20 Page 21 Page 22 Page 23 Page 24 Page 25 Page 26

Made with FlippingBook interactive PDF creator