JOSEP CLARÀ (1878-1958)
A finales de 1900, Clarà decidió establecerse en París, donde permaneció hasta 1931. El inicio de quedó marcado por sus estudios en la École des Beaux-Arts y por las conexiones que estableció con escultores de renombre como Auguste Rodin (1840-1917), Antoine Bourdelle (1861-1929) y, sobre todo, Aristides Maillol (1861-1944). La llegada a la ciudad del Sena fue clave para poder vincular uno de sus intereses con la escultura: la danza. Esta disciplina artística le sirvió como reto para lograr captar el movimiento, los gestos gráciles de las bailarinas, el ritmo y, aún más complicado, inmortalizar el instante fugaz y efímero. Clarà mantuvo relaciones muy estrechas con algunas de las bailarinas más importantes de la época como, por ejemplo, Isadora Duncan, Antonia Mercè La Argentina, Àura de Sarrà, Aran Hugon, Tórtola Valencia, Josephine Baker o Isabel Rodríguez, entre otras, a quienes retrató de maneras y fórmulas diversas. Precisamente, Isabel Rodríguez es la protagonista de El somriure . La obra fue finalizada en 1914 y se enmarca en las propuestas de raíz clásica mediterránea propias de la estética del autor en este momento. El busto de la bailarina fue realizado durante el inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando el artista decidió vivir en París. Años más tarde, hacia 1920, la casa de fundición Pere Godard Fondeur de París realizó un tiraje limitado. La obra permite al escultor captar el movimiento elegante, caprichoso y fugaz de Isabel Rodríguez, quien gira la cabeza y sonríe espontáneamente. La curva forzada del cuello remarca el interés de Clarà en captar el dinamismo, el instante, el ritmo y el giro libre y grácil.
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