Quince visiones
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Sara Degli-Esposti
La mediatización y el futuro de los medios por construir
C on base en la discusión anterior, hemos aprendido que pue- den existir tantos grupos sociales como criterios de distin- ción, que cuando distinguimos también, a menudo, discri- minamos, que aquellos que quieren reforzar su identidad de grupo usarán un estilo de comunicación basado en la propagación, mientras que los que quieran diferenciarse del exogrupo usarán la propaganda. Todos ellos tratarán de que sus contenidos pasen por ser difusión, es decir, aquella modalidad de comunicación propia de la hoy extinta socie- dad de masas, que se componía para llegar a todo el mundo, atravesando las férreas fronteras grupales y que tenía como característica construir una actualidad común para todos. Los partidos políticos tendrán que ver cómo navegan el efecto agenda ¹⁵ generado por los demás actores que copan el espacio informativo mediático y digital. Que la política sepa usar la moda- lidad de comunicación de difusión eficazmente, y no solo recurrir a estrategias de propagación y propaganda, sería algo positivo y que permitiría hablar de los distintos temas de interés público (el empleo, el ahorro energético, la gestión del agua en tiempos de sequía, la educación, el I+D+i, etc.) sin tener que convertirlos en cuestiones identitarias de unos u otros. Eso, además, implicaría que desde la política se hiciera un discurso, no para fortalecer las fronteras grupales, sino para traspasarlas. Por eso, la siguiente propuesta va en la dirección de generar espacios trasversales de diálogo e información que no tengan que estar siempre al servicio del aplauso o el abucheo. Con este espíritu, imaginamos ahora una plataforma digital que permita acceder a contenidos de interés a través de un sistema de micropagos que se acaben descontando de un monedero virtual. Imaginemos que ese monedero virtual se puede recargar tanto con dinero como con contenidos, trabajos u otra cosa que se quiera intercambiar. Se trataría de una forma de generar un mercado local virtual, que tenga tantos contenidos de influencers como de edito- riales, es decir, contenidos tanto de empresas como de particulares. En lugar de tener un modelo de negocio basado en el marketing digital y la publicidad, es decir, en views y clicks , hasta llegar a la compra de productos, hablamos de abrir la idea de subscripción a
periódicos generando un quiosco virtual que permita acceder a todo lo que se esté hablando sobre un tema desde distintas perspecti- vas, sin excluir a los nuevos creadores que han encontrado el éxito gracias a YouTube. Evidentemente, la existencia de una plataforma de este tipo necesitaría de un acuerdo entre las principales editoria- les. Habría, además, que diseñar la plataforma incluyendo controles de privacidad, para que los proveedores de contenidos pudieran controlar la información que quieren compartir con los demás. En otras palabras, habría que salirse de la lógica de amasar datos de potenciales clientes para su venta y centrarse en meca- nismos que incentiven la generación de contenidos de calidad, como ha pasado en Netflix y otros servicios similares, mediante una especie de sistema de crowdfunding que vaya mayoritariamente al autor y no a la editorial o a la plataforma. Se podría empezar por un piloto que permita la agregación de contenidos específicos de interés para un segmento de mercado más abierto a la experimen- tación. La clave del éxito, como en toda plataforma, es lograr su escalabilidad llegando rápidamente a una base de usuarios que permita la sostenibilidad económica del modelo. Las economías de escala siempre son fundamentales: cuanto más amplia sea la base de usuarios, más pequeño será el pago y más viable la sostenibilidad del modelo de negocio. Para que la plataforma sea generalista, como un YouTube, habría que contar con una interfaz simple, un buscador rápido y unas herramientas que permitan al mismo usuario personalizar el servicio, lo que no impediría añadir las opciones clásicas de sugerencias basadas en otros usuarios similares. Pensamos en una mezcla de un Instagram y un periódico que, además, proporcione resúmenes y visualizaciones aprove- chando la creatividad de la inteligencia artificial generativa. Para eso, el gestor de la plataforma debería ser una empresa tecnoló- gica con capacidad para albergar eficientemente la información, habilitar la creación de contenidos y proteger los derechos intelec- tuales de las partes. Imaginemos un espacio plural para la difusión de contenidos que permita llegar a públicos a los que nunca hubié- ramos soñado llegar, favoreciendo la puesta en común de intereses de todo tipo, con el fin de generar nuevas verdades compartidas y trasversales a nuestras identidades sociales.
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