Anuario 2024 de Cotec

Futuro político

Quince visiones

Daniel Innerarity

“La política no solo proyecta los intereses actuales en el futuro, sino que también debería estar en condiciones de articular las exigencias que el futuro plantea al presente”.

de nuestras acciones en el futuro no nos exime del esfuerzo de ponderarlas desde una perspectiva temporal más amplia. El proceso civilizatorio conduce a un mayor entrelazamiento entre el presente y el futuro. Se requiere un esfuerzo para pen- sar las acciones en un contexto de interac- ciones e interdependencias, incluyendo la consideración de sus efectos, tanto los más inmediatos como los alejados en el espacio y en el tiempo. Cuando las decisiones que se toman en el ámbito de la política tienen implicaciones que se extienden a través de grandes escalas de tiempo, entonces es apropiado hablar de una “política de la posterioridad” (Adams/Groves). La política no solo proyecta los intereses actuales en el futuro, sino que también debería estar en condiciones de articular las exigencias que el futuro plantea al presente, exigen- cias que se derivan del hecho de que el futuro se ve afectado por las decisiones y omisiones del presente. La acción res- ponsable respecto del futuro podría formu- larse diciendo que prioriza la hipoteca que el futuro tiene respecto del presente sobre la hipoteca que el presente tiene respecto del futuro.

El potencial de lo contemporáneo para condicionar el futuro contrasta con sus escasas posibilidades para configurarlo positivamente. El futuro se ha convertido en un problema en las sociedades contempo- ráneas, quizás nuestro mayor problema, pero tal vez también en la vía de solución para proceder a una reforma de la política. Nuestro mayor desafío consiste en volver a pensar y articular en la práctica la rela- ción entre la acción, el conocimiento y la responsabilidad. Tenemos que proceder a una relegitimación de nuestras intervencio- nes en el futuro, de nuestras condiciones de producción de futuro, en los nuevos esce- narios sociales de una mayor complejidad, incertidumbre e interdependencia. Esta repolitización del futuro viene propiciada por la conciencia de su carácter abierto, en buena medida desconocido, pero también por la conciencia de que el futuro es estruc- turado por la acción presente. Esta combi- nación de incertidumbre y responsabilidad lo convierte en un asunto eminentemente político, es decir, sujeto a los procedimien- tos de deliberación y legitimación colectiva. Pero para ello necesitamos una dife- rente base conceptual a la hora de pensar nuestra relación con el futuro y su configu-

ración. La política se ha desarrollado tradi- cionalmente como una cuestión de espacio y objetos. Su esfera de responsabilidad se extendía a un territorio, sus recursos y la distribución de sus bienes. Se encargaba de cosas que podían ser medidas y conta- das: territorios, gente, instituciones, presu- puesto, materias y precios. Con los deba- tes acerca del cambio climático, la energía nuclear, la ingeniería genética, y la gestión de los riesgos financieros, el futuro ha irrumpido en la política del presente. Esto quiere decir que las decisiones políticas se han salido ya del clásico marco de referen- cia espacial y material. Para la conducción de ese debate ya no valen las clásicas ins- tituciones que diseñaron el futuro de las democracias liberales: ni la ciencia deter- minista, ni la economía que tiende a ver el futuro como un recurso más, ni el derecho que entiende la justicia como el resultado del contrato entre los contemporáneos y carece de instrumentos para anticipar los derechos de quienes vienen después. Ninguno de estos sistemas están hoy por hoy equipados con los procedimientos para entender y regular un ámbito temporal en el que el futuro juega un papel decisivo.

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