Quince visiones
Genética
Montse Esquerda
A finales de 2023, Nicholas A. Christakis, médico y sociólogo, realizó un interesante tuit. En él reflexionaba sobre la generación de chistes por parte de ChatGPT: este sistema “Large Language Model” de inteligencia artificial (IA) podía en Estados Unidos contar chistes sobre judíos, cristianos e hindúes si se lo pedía, pero no los contaba sobre musulmanes. Lo intenté con ChatGPT España, y en ese momento me explicó chistes sobre cristianos, pero cuando los pedía sobre musulmanes, judíos o hindús, me aparecía este mensaje: “Lo siento, pero no puedo cumplir con esa solicitud. Mi objetivo es promover un ambiente respetuoso y evitar cualquier contenido que pueda resultar ofensivo para grupos específicos de personas, incluyendo a aquellos que practican una determinada religión. Si tienes alguna otra pregunta o solicitud que no implique material sensible, estaré encantado de ayudarte”. Después de varios intentos, añadió muy empáticamente: “Sin embargo, puedo ofrecerte un chiste que no esté relacionado con creencias religiosas específicas”. Este pequeño ejemplo ilustra claramente la existencia de programadores humanos que intervienen para vigilar el discurso de los agentes de IA y sus interlocutores humanos, lo cual genera muy diversas preguntas, por ejemplo quién ha decidido qué hay que limitar y qué no, cómo se ha tomado esta decisión, qué otras decisiones “ocultas” puede haber o si podría solicitarse conocer este “manual” de normas. La nuestra es una sociedad que se han definido como VUCA: volátil, incierta, compleja y ambigua. Es un mundo muy volá- til, con cambios que ocurren con rapidez, dificultando la predicción de eventos futuros; es un mundo incierto e imprevisible, en el que a veces falta claridad sobre la dirección de los acontecimientos; es un mundo complejo con múltiples factores interconectados que contribuyen a la dificultad para comprender plenamente las situa- ciones; y es un mundo ambiguo, en el que a veces es difícil encon- trar información clara, o incluso hay interpretaciones contradicto- rias de un mismo acontecimiento. Pero después de la pandemia del covid-19, la sociedad ha evolucionado hacia un entorno BANI, una sociedad frágil, ansiosa, no lineal e incomprensible. En la sociedad moderna, la combinación de estos paráme- tros nos dibuja un entorno que cambia rápidamente, es difícil de prever, presenta desafíos complejos y a menudo carece de clari- dad y comprensión. Adaptarse a este contexto requiere flexibilidad, capacidad de aprendizaje continuo y la adopción de enfoques que fomenten la gestión efectiva de la complejidad. Dos autores del siglo pasado pueden ayudarnos a acer- carnos a la complejidad. Edgar Morin diferenciaba entre proble- mas simples, complicados y complejos. Los problemas simples son directos y tienen una única solución clara; se pueden resolver siguiendo un conjunto establecido de normas o reglas, en las que la relación causa-efecto es evidente y predecible. Los problemas complicados son más intrincados que los simples y pueden tener múltiples variables o pasos, pero aún tienen soluciones determina-
das y predecibles; para abordarlos se requiere mayor experiencia o conocimientos especializados, y la solución puede requerir un análisis más detallado y la consideración de diversas variables y diferentes conjuntos de normas. Como ejemplo, un problema sim- ple es resolver una ecuación matemática, un problema complejo puede ir desde construir un motor hasta un cohete para ir a la Luna. Pero existen otros problemas, los problemas complejos. Estos son ambiguos y pueden tener múltiples perspectivas y solu- ciones potenciales. Nunca podremos controlar todas las varia- bles que intervienen, y la relación causa-efecto no es clara: puede cambiar con el tiempo, pues nuestra actuación producirá nuevas variables que influirán en el resultado. Por tanto, no es un modelo predecible. Los problemas complejos requieren un enfoque adap- tativo, flexibilidad y la capacidad de manejar la incertidumbre. Un ejemplo de problema complejo cercano a la vida diaria es educar a un hijo. Pero la gran mayoría de los retos que hay en el ámbito social, como el cambio climático, la pobreza o la gestión de la salud pública, son complejos. El pensamiento de Edgar Morin sobre la complejidad se caracteriza por abogar por un “pensamiento complejo” que consi- dera los fenómenos en su totalidad, reconociendo la interconexión y la interdependencia entre las diversas partes. Morin destaca el principio de recursividad, según el cual los sistemas interactúan constantemente a través de múltiples niveles, y reconoce la incer- tidumbre y la imprevisibilidad inherentes a los sistemas complejos. Su enfoque transdisciplinario busca superar las barreras entre dis- ciplinas académicas para comprender problemas del mundo real de manera más completa, y propone una ética de la comprensión que fomente la apertura mental y el diálogo entre diferentes formas de conocimiento. La mayoría de los grandes retos en las democracias actua- les son complejos, pero la tecnología, por sí sola, no es el único elemento de solución de problemas complejos. Sin embargo, a menudo se tiende a buscar soluciones simples y tecnológicas: es lo que se llama la ilusión tecnocientífica. Esta es una ilusión que puede provocar una percepción optimista y exagerada de las capacidades de la tecnología y la ciencia para resolver problemas complejos, fruto de la creencia de que la tecnología por sí sola puede ofrecer soluciones rápidas y efectivas a una amplia gama de desafíos sociales, económicos y ambientales. La ilusión tecno- científica, es decir, esperar que la tecnología resuelva problemas complejos, es una simplificación de la realidad, comporta una con- fianza excesiva en la innovación y la creencia en la omnipotencia tecnológica: la idea de que la tecnología puede abordar cualquier problema y superar cualquier obstáculo, a menudo sin considerar sus limitaciones o posibles consecuencias no deseadas. Es importante reconocer la ilusión tecnocientífica para evi- tar caer en expectativas poco realistas y comprender que, si bien la tecnología y la ciencia son herramientas poderosas, no son solu- ciones mágicas y deben considerarse dentro de un contexto ético y social más amplio. Un enfoque más equilibrado implica reconocer las capacidades y las limitaciones de la tecnología y trabajar con- juntamente con otras disciplinas y perspectivas para abordar los desafíos de manera más completa y sostenible.
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