Anuario 2024 de Cotec

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Innovación y democracia

Democracia, ciencia y humildad

no disponer de libertades para debatir, conocer y rectificar con la participación de todos los agentes y sectores que pueden aportar su conocimiento o su colaboración. Igualmente, esta pandemia demostró que tampoco es cierto que los Estados democráticos no cuenten con instrumentos excepcionales cuando resulta necesario, como se pudo comprobar. La única diferencia es que se exigen garantías y controles para asegurar que estas herramientas se emplean adecuadamente y sin abusos. En un Estado democrático no se puede dictar un estado de alarma sin ciertas garantías; y se deben explicar la necesidad y la proporcionalidad de las medidas adoptadas y, pasado cierto tiempo prudencial, dar cuentas de lo hecho ante la opinión pública, el Parlamento y, en su caso, los jueces. Es cierto que algunos Estados democráticos pueden actuar mejor y otros peor, claro está. Incluso pueden ensayar estrategias muy distintas, como vimos en ciertos momentos en el caso britá- nico o el sueco. Luego cada electorado tendrá que juzgar el acierto o desacierto de esas medidas. Pero observemos que, incluso en los casos sueco y británico, llegó un momento en el que sus políticas se fueron reconduciendo —en todo caso, adaptando a sus distin- tas realidades demográficas, sanitarias y epidemiológicas— hacia los criterios que estaban siendo aplicados por el resto de los paí- ses democráticos, al tiempo que estos igualmente se adaptaban y modificaban. No se trata de copiar a los demás, no se trata de uniformizarse como fin en sí mismo; se trata de que las democra- cias aprenden unas de otras y lo lógico es que, ante situaciones comparables, tras ensayar opciones distintas, pasar por un proceso de prueba y error, observar las prácticas y los resultados de otros, y un proceso de diálogo público, sus aprendizajes vayan confluyendo y, consecuentemente, lo hagan también sus políticas. La pandemia demostró que una democracia, transparente y con libertades, funciona solo si sus ciudadanos estamos forma- dos y somos responsables, si no propagamos bulos sin criterio, si atendemos las indicaciones de las autoridades y los expertos, si no necesitamos que nos pongan un guarda jurado en nuestro portal o en cada baño público para que nos comportemos correctamente, si somos, en definitiva, ciudadanos maduros, críticos, informados y responsables. Solo así demostramos que estamos a la altura de nuestra democracia y de nuestras libertades. La pandemia nos enseñó que no hay sistema político demo- crático que sea mejor que el conjunto de sus ciudadanos y que, por lo tanto, a ellos les toca actuar a la altura de la democracia que desean.

L a ciencia y la democracia avanzan, en este sentido, de forma similar. Ambas rechazan las verdades absolutas que no pueden discutirse, las verdades cuyo único sostén se encuentra en la reve- lación, la creencia o el argumento de autoridad. Ambas necesi- tan del diálogo libre entre pares, entre iguales. Ambas emplean el método de prueba y error, que solo funciona si somos capaces de identificar el error. Las democracias tienden a buscar el error para corregirlo. A los totalitarismos les cuesta más admitir que el poder haya podido cometer un error y, por lo tanto, son mejores a la hora de buscar culpables en la segunda línea, chivos expiatorios. Da lo mismo que estos sean culpables o inocentes, serán acusados de no haber aplicado las instrucciones venidas de arriba y, por lo tanto, cada error se convierte en una nueva oportunidad para insistir en el error y para, por medio del terror, añadir más dificultades para que alguien se atreva a hacer llegar al líder la verdadera naturaleza de los problemas o siquiera los datos objetivos de la situación. Juan Ignacio Pérez Iglesias, director de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, divulgador y exrector de dicha universidad, suele recordar que ya Karl Popper defendía que la política en las sociedades abiertas y la ciencia tenían ciertas semejanzas. Ambas están sometidas al escrutinio público, al control de los pares, a la transparencia. Así, las decisio- nes políticas pueden ir corrigiéndose y mejorando, de la misma forma que el conocimiento científico se corrige y mejora. Pérez

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