Quince visiones
Conocimiento
Mikel Mancisidor
“La comunidad en su conjunto, cuando debate con transparencia, avanza mucho más rápido y es siempre más inteligente que el más inteligente de los líderes aislado”.
Iglesias defiende, como conclusión, que la democracia y la ciencia se desarrollan mejor si los políticos y los científicos aplican en su quehacer ciertas dosis de humildad para reconocer los errores, aprender de otros y buscar nuevos y mejores caminos. Es cierto que el celo por salvaguardar la información privi- legiada le permitió a China al principio adelantar al resto en los pri- meros avances científicos sobre el coronavirus y el covid-19. Pero a medio plazo la ciencia requiere de transparencia y cooperación, por eso las vacunas mejores llegaron de otros lugares más abier- tos y fruto de la colaboración entre países —y entre lo público y lo privado— y de la suma del talento de diferentes orígenes. El hecho de que algunos de los mejores logros en el avance de las vacunas vinieran de la mano de científicos inmigrados redondea esta tesis. Las democracias también se equivocaron —y mucho—, pero tienen mejores mecanismos para identificar sus errores, discutirlos públicamente y corregirlos. La ciencia y la democracia avanzan igual, sin verdades reveladas, con el escrutinio entre pares, con la humildad de reconocer los errores. Vivimos dos crisis que parecen diferentes, pero que quizá estén muy relacionadas: la posverdad y la desafección política. Un informe de The Economist indicaba que, en los últimos años, se ha producido una pérdida de confianza de los ciudadanos en sus democracias. Mientras tanto, muchos desprecian los tópicos de las democracias occidentales, sus sociedades decadentes y débi-
les, sus enfrentamientos sociales y políticos, su inestabilidad y sus valores morales decrépitos. Frente a este panorama, los Gobiernos totalitarios, fuertes y seguros de sí mismos ejercen su atractivo. Pero la democracia sigue siendo el espacio que hace posible el intercambio de ideas libre, la participación ciudadana en el poder, el respeto a las minorías y la convivencia entre diferentes. No por casualidad, los populismos desprecian tanto el conocimiento experto como los procedimientos democráticos: ambos son obs- táculos en su camino hacia la ignorancia y el sometimiento. Frente a estos riesgos, hay que reconocer de nuevo que ni la ciencia ni la democracia tienen respuestas definitivas e infalibles a cada pro- blema, pero sí la humildad para ensayar respuestas y la libertad para deliberar, contrastar, aprender y así mejorar. La transparencia, el acceso al conocimiento y la libertad para conocer y deliberar se revelan así como las cartas más útiles de la baraja, más que el miedo, el control y la crueldad. La democracia no se equivoca menos que la dictadura, pero, como la ciencia, aprende mejor. La democracia, como el conocimiento, no es gratis: ambos requieren de nosotros un alto coste de implicación, de responsabi- lidad, de virtudes ciudadanas, porque en caso contrario se quiebran y desaparecen fagocitados por los populismos y las mentiras. La democracia y el conocimiento avanzan —y, ¡atención!, también retroceden— de la mano.
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