Quince visiones
Ciudadanía
Fernando Broncano
La democracia y la circulación del conocimiento
T oda sociedad se sostiene sobre un flujo y una distribución cons- tantes de conocimientos entre personas e instituciones: conoci- mientos prácticos y teóricos, cotidianos y avanzados, científicos y técnicos, personales e institucionales. Una democracia es, ade- más, un proyecto epistémico en el sentido de que, idealmente al menos, es una sociedad que mejora aprendiendo de sí misma, de sus aciertos y errores. Los modos de circulación pueden for- talecer o debilitar la democracia, y reflexionar sobre ellos es, por tanto, perentorio en tiempos oscuros de amenaza a las sociedades democráticas. Se puede decir lo mismo de todas las sociedades, pero cabe preguntarse si las sociedades democráticas, en tanto que tales, tienen ventajas o desventajas en su estructura episté- mica por el hecho de ser democráticas. El ocaso de las democracias se ha convertido en un género popular en el siglo XXI. Desde la crisis financiera del 2008, pasando por los ascensos de populismos autoritarios, hasta las muy recien- tes conmociones geopolíticas, múltiples voces encuentran señales de alarma en las dificultades de las democracias para gobernar los flujos de información, en la creciente insensibilidad hacia el cono- cimiento y en la adicción al control de la opinión (fundada o no en hechos). Las relaciones entre los expertos y la democracia se han convertido en un tema de debate público en tiempos de ascenso de los populismos y de prácticas de propaganda y comunicación política que generan tanta polarización como indiferencia a los hechos. En definitiva, las democracias contemporáneas navegan entre el Escila de la tecnocracia y el Caribdis de la posverdad. Los dos riesgos atentan a un tiempo contra la supervivencia de la democracia y contra las capacidades epistémicas colectivas para la investigación y la innovación en todos los órdenes de la actividad social. En muchos sectores, admiradores de los logros de algunos países iliberales, se ha extendido una suerte de elitismo “epistocrático” que tiende a hacer reformas que aumenten el poder de los técnicos. Adoptan el supuesto (determinista) de que los pro- blemas complejos se resuelven por alternativas técnicas, que solo las élites son capaces de comprender. Así, la línea epistocrática induciría a consensos técnicos por encima de la polarización de los medios de comunicación y la cultura de masas. Por su parte, el populismo tiene su asiento también en la hipótesis de la ignorancia extendida entre las masas acerca de la complejidad de las políticas y los diversos retos sociales. Sin embargo, el populismo nace del convencimiento de que no impor- tan la verdad, los hechos o los detalles técnicos, sino las creencias, las opiniones y las ideologías. En esta forma, la democracia es un asunto de movilización pasional donde no importa tanto lo que es
como lo que se cree que es. La política es siempre un ejercicio de enfrentamiento entre un “nosotros” y un “ellos”, de aliados y adversarios. El futuro de la democracia depende más de lo que se piensa del cuidado de los modos de producción y circulación del cono- cimiento para que la gente y las instituciones sean sensibles a las capacidades epistémicas de la sociedad civil, más allá de las élites técnicas o políticas. No será posible este proyecto sin entender los modos de circulación y sin aprender de los defectos actuales, muchas veces subproducto de buenas intenciones. El gran sistema de producción y distribución del conoci- miento dominante hasta ahora consiste en un flujo piramidal en cuyo vértice está la producción académica, centrada en la inves- tigación disciplinar en el seno de las universidades o instituciones de investigación, orientada al avance del conocimiento básico y controlada por la evaluación por pares y los indicadores habituales con los que se forman índices y ránquines. A pesar de las críticas, este sistema sigue manteniendo el estereotipo de la distribución del conocimiento como un proceso lineal. Ciertamente, este sis- tema ha producido los más importantes avances de la Gran Ciencia en las últimas décadas. Sin embargo, ha sido también la base de una creciente brecha entre los expertos y los ciudadanos de la que nacen tanto las tendencias hacia el elitismo epistócrata como la extensión de una desconfianza que se manifiesta en formas de negacionismo, conspiracionismo, polarización y en la incapacidad para discutir alternativas técnicas en la esfera pública. Los déficits que han producido en la estructura epistémica de la democracia las derivas de este sistema son notorios: 1. Una ignorancia estructural de todos aquellos conocimien- tos que no participan del flujo piramidal del conocimiento. En particular, los que comprende el amplio espacio de intangibles formado por usos, prácticas y procedimientos cotidianos. 2. La percepción distorsionada del conocimiento científico técnico: en un extremo, la admiración y la confianza ciega en que los problemas sociales, políticos, medioambientales siempre tendrán una solución científico-técnica; en el otro, los negacionismos, las actitudes anticientíficas, los miedos al colapso civilizatorio y la desobediencia a las recomenda- ciones sanitarias y medioambientales. 3. Los sistemas educativos desorientados entre la forma- ción científica y humanística, y la adicción a los sistemas de indicadores y los protocolos burocráticos de las agencias de calidad como nueva forma de epistocracia.
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