Anuario 2024 de Cotec

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Innovación y democracia

Una propuesta de redes de innovación cívica: todo es laboratorio N o deseamos confundir innovación tecnológica con progreso, ni democracia con los sistemas puramente plebiscitarios y burocrati- zados. No debería existir la innovación tecnológica sin una innova- ción social que corrija las lacras de nuestra sociedad. La innovación es parte de los proyectos de desarrollo de cualquier institución pública y, sin embargo, no está claro que por sí misma tenga direc- cionalidad a largo plazo, algo que solamente puede darse en un marco más amplio, en el que se vislumbren las posibilidades efec- tivas de una sociedad iluminadas por la crítica del presente. En esta línea, no basta una concepción cerrada de la innovación, sea esta técnica o social. Las posibilidades alcanzables existen en un territorio intermedio entre la imaginación social y las capacidades técnicas. Articular estos dos mundos no es sencillo ni puede rea- lizarse en estructuras demasiado institucionalizadas y orientadas por el reparto sistémico de funcionalidades. La democracia, como la realidad misma, es un sistema

a posibilidades reales aunque ignoradas. Es, como define el término crowdsourcing , cooperativa, distribuida. Se mueve en las fronteras donde los expertos y los legos pueden colaborar virtuosamente. En tanto que democrática, pone siempre en cuestión sus propios lími- tes. Por ello puede emprender formas de innovación social adversa- tiva, agonística, que exploren los bordes ignorados del tejido social. Y, por constitución, debe ser pluralista y atenta a lo diferente. En sociedades extremadamente polarizadas, la innovación cívica y ciudadana debería comprometer también a las partes en conflicto, disminuyendo la violencia verbal y transformándola en propuestas basadas en la comprensión de las preocupaciones del otro. Una red de laboratorios ciudadanos H ay mucho trabajo de experimentación ya realizado: el prototipo del MediaLab del MIT (1985) ha fructificado en numerosas imitacio- nes, aunque, debido a su propio origen, se encuentran demasiado encerradas aún en los centros clásicos académicos de investiga- ción. Algo similar ocurre con el maker spaces movement : ha gene- rado una muy aprovechable experiencia de creación fuera de los laboratorios normativizados, pero muchas veces se ha convertido en un aditamento u ornamento de las instituciones académicas. También hay experiencias como la del quantified self movement , un movimiento ciudadano de cuidados del sí a través de la autoobser- vación y la puesta en común ( self-tracking, self-experimentation ), que abarca también las redes de madres que ponen en común sus preocupaciones y experiencias. O el Hacks/Hackers movement , que ha desarrollado nuevas formas de comunicación y prensa con prácticas de comprobación de hechos y corrección de las distor- siones de la información en la era digital. Y, sin la menor duda, la experiencia más interesante ha sido la de la red de laboratorios vivientes ( living labs ), que en la Unión Europea agrupa varios cen- tenares de experiencias en ámbitos dispersos como la salud, el mundo digital, la metodología de aprendizaje, el urbanismo y la par- ticipación, la integración de colectivos marginados y otros muchos temas en los que se promueve la movilización de intereses cívicos. Las redes de circulación ! Por qué tenemos redes de bibliotecas y no de laboratorios? Ya es tiempo de superar la tradición de almacenar el conocimiento de forma pasiva y movilizarlo en un modo de investigación en acción. Necesitamos centros de circulación del conocimiento y la cultura que no sean meros reproductores, sino también lugares de explo- ración. Además de las actividades y los contenidos que ya se van incorporando a las bibliotecas, como los contenidos visuales y digi- tales, así como los clubs de lectura, es el momento de abrir talleres de prototipación. La propuesta es ampliar las redes de bibliotecas, concebidas como museos de conocimientos, a una red de labora- torios cívicos y ciudadanos que movilicen los intereses y las habili- dades y creen autónomamente sus propias agendas de exploración.

abierto, dinámico, incognoscible en su totalidad, al tiempo que transformado por el propio conocimiento que se va obteniendo. En este sentido, no en el tecnocrático, la democracia y la técnica son formas de hacer mundos siempre abiertas. En la ciencia se diseñan experimentos a través de construcciones cerradas de sistemas, guiados por modelos causales en los que se analizan las variables ocurrentes y su influjo. En los sistemas reales, mucho más en los sociales, las dinámicas son poco lineales, con trayec- torias sensibles al mismo hecho de conocerlas y transformarlas. Por ello necesitamos otro modo de unir la democracia, el conoci- miento y la técnica: la “experimentación” inacabable, algo distinto al “experimento”, y la prototipación, algo distinto al mero diseño. John Dewey afirmaba con toda razón que “el verdadero fundamento del procedimiento democrático es la dependencia de la producción experimental de cambio social”. La experimentación abierta y continua con fines libres de los que se pueda aprender necesita un aprendizaje del apren- dizaje, un metaaprendizaje en el tejido de la sociedad civil más que en la letra de las leyes o en textos intelectuales. La propuesta es renovar el concepto de innovación entrelazando una red que, junto a las instituciones clásicas, incorpore los recursos comu- nes de conocimientos, habilidades y simples deseos de cambio encarnados en lo colectivo; en la que lo intangible, lo informal, a veces ni siquiera lo conceptual ni lo experto, formen un repertorio de capacidades y de potencial de cambio que las formas clási- cas de innovación ignoran por elitistas o por limitarse al beneficio económico. Esta propuesta sigue el modelo de ampliación a una cuarta y quinta hélices, la movilización de los conocimientos situados, locales, olvidados en la continua búsqueda de la última tecnología, siempre obsolescente. La concepción multihelicoide de la innova- ción no define a priori las características de lo creado: está abierta

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