Anuario 2024 de Cotec

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Innovación y democracia

El backlash

L os votantes son muy conscientes de la urgencia de la situación. En las economías avanzadas, las encuestas muestran sistemáti- camente un alto nivel de preocupación por el cambio climático. Según el Eurobarómetro de 2023, el 77 % de los europeos cree que el cambio climático es un problema muy grave. ² Pero la pregunta clave —¿cómo responder?— está plagada de dificultades. El panorama político es muy complejo, al igual que lo son las medidas políticas, que suelen estar sesgadas por pode- rosos lobbies empresariales con intereses particulares en impedir un cambio importante. En los últimos años, el término “ backlash climático” ha pasado a formar parte del léxico político. Las políticas climáticas no son las principales impulsoras del reciente resurgi- miento de partidos populistas de extrema derecha en algunos paí- ses europeos; prevalecen en ellos las preocupaciones relacionadas con la inmigración y el coste de la vida. ³ Pero, cada vez más, los populistas tratan de obtener ventaja electoral avivando el temor a que la transición hacia el “cero neto” provoque nuevos aumentos del precio de la energía (a pesar de que las energías renovables están haciendo que este sea más bajo y estable), plantee una ame- naza existencial para los medios de subsistencia y las comunida- des que dependen de industrias que emiten mucho carbono, e implique restricciones draconianas en las elecciones de estilo de vida. Según encuestas recientes, parece que estos argumentos están teniendo repercusión. ⁴ Los populistas comparan los costes y los sacrificios (los cuales suelen exagerar) que se piden a la mayoría de la gente con el estilo de vida de las élites —incluidos los responsables políticos—, que genera mucho carbono. Esto encaja bien en su relato general: las élites gobernantes no son de fiar, desprecian a los ciudadanos “corrientes” y están dispuestas a imponer a los demás sacrificios que ellas no están dispuestas a hacer. El debate está adquiriendo progresivamente una dimensión cultural, y ganan terreno las afir- maciones que aseguran que la transición hacia el cero neto trata de socavar los estilos de vida suburbanos y rurales (más dependientes de la agricultura y el automóvil) de manera deliberada. Ya hay ejemplos, sobre todo en Europa, de cómo este backlash influye en las políticas y los resultados electorales. En Alemania, en 2023, el fracaso de la propuesta de prohibir las cal- deras de gas se debió a que hubo actores políticos que supieron explotar y avivar la creciente sensación de que las élites impo- nen políticas de transición sin tener suficientemente en cuenta su impacto distributivo. En marzo de 2023, el populista Movimiento

Campesino-Ciudadano (BBB) obtuvo el mayor número de esca- ños en las elecciones provinciales de los Países Bajos, gracias en buena medida a su campaña contra las propuestas del Gobierno para reducir las emisiones de nitrógeno mediante una reducción de la cabaña ganadera y la producción agrícola. En 2024, existe el riesgo de que el backlash climático se manifieste electoralmente de otras maneras. Antes de las elec- ciones al Parlamento Europeo, que se celebrarán en junio, el futuro del trascendental Pacto Verde de la Unión Europea ya pende de un hilo. En 2023 se produjeron grietas evidentes en el consenso político que lo sustenta. Figuras importantes de la familia política de centroderecha del Partido Popular Europeo (PPE), preocupa- das por perder votos que podrían irse a su flanco derecho, han pedido que se ralenticen las nuevas leyes y reglamentos, alegando, de distintas formas, la necesidad de preservar la competitividad económica europea y de minimizar el coste para los ciudadanos. En el Parlamento Europeo, se opusieron notablemente a la Ley de Restauración de la Naturaleza de la Unión Europea, con el argu- mento de que impondría costes inaceptables a los agricultores (aunque, al final, sus esfuerzos para bloquearla fracasaron). Si el Parlamento Europeo que sale de las elecciones de junio es más reacio a aceptar la agenda del Pacto Verde, eso tendrá consecuencias inevitables en el mandato de la próxima Comisión y la viabilidad de las políticas “Objetivo 55”, cuyo fin es reducir un 55 % las emisiones de la Unión Europea en 2030. Poco se podrá avan- zar sin el compromiso de los Estados miembros, cuyos Gobiernos se enfrentan a dinámicas electorales similares. En las elecciones presidenciales estadounidenses que se celebrarán en noviembre, es probable que los votantes se enfrenten a una elección particularmente dura sobre la implicación de su país en la lucha contra el cambio climático (y sobre muchas otras cues- tiones). Desde que en 2021 abandonó el despacho oval, la postura de Donald Trump, si acaso, se ha endurecido. Si sale elegido, se espera que vuelva a retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París y que revierta la importante agenda climática de la Administración Biden, en concreto la Ley de Reducción de la Inflación. Si Biden se ha centrado en las oportunidades que ofrece la reindustrialización verde, Trump ha hecho hincapié en los riesgos que eso supone para el empleo en el sector de los combustibles fósiles. Un segundo mandato de Trump supondría un gran retroceso en la descarbo- nización del segundo mayor emisor del mundo y tendría graves repercusiones en la agenda climática internacional.

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