Quince visiones
Crisis climática
Laurence Tubiana
¿Está capacitada la democracia para afrontar el reto climático?
P odría parecer que el backlash ante las políticas climáticas y la preocupante disfunción de las democracias justifican la opinión de que la democracia es intrínsecamente inadecuada para abordar la crisis climática. Según este argumento, la democracia —con sus breves ciclos electorales, su énfasis en el Estado-nación, multitud de partes interesadas y una elaboración de políticas deliberativa— es demasiado lenta y está demasiado orientada al corto plazo para poder responder de manera eficaz a problemas complejos, glo- bales y a largo plazo como el cambio climático, que requiere una actuación coordinada en muchos niveles de gobernanza diferentes. No se puede negar que la respuesta al cambio climático plantea retos específicos para las democracias. Incluso en las más sanas, las instituciones y las normas que las sustentan mantienen un equilibrio delicado. El pluralismo y la libertad de asociación, que garantizan el derecho de los activistas climáticos a organizarse y presionar a los responsables políticos para que adopten medidas más enérgicas, también permiten que los intereses creados hagan lobby contra cualquier cambio. La libertad de expresión y la liber- tad de prensa contribuyen a que los ciudadanos estén informados sobre la emergencia climática, pero es fácil hacer un mal uso de ellas para difundir desinformación y teorías conspirativas.
Aun así, las pruebas disponibles no avalan el “ecoautori- tarismo” que, en cualquier caso, sería incapaz de lograr una tran- sición sostenible. De hecho, normalmente en las democracias la acción por el clima está obteniendo mejores resultados. ⁹ Las pruebas sugieren que muchas de las cualidades básicas de las democracias —a saber, la transparencia, la rendición de cuentas y la libre circulación de la información— hacen que estén mejor preparadas para desarrollar respuestas efectivas a problemas muy complejos como el cambio climático. ¹⁰ Por ejemplo, la transición energética —una tarea terriblemente compleja, que requiere un alto grado de intercambio de información abierta, diversos puntos de vista y la coordinación de muchos actores— resulta aún más difícil en Estados autocráticos y verticalistas, en los que la información y la toma de decisiones se encuentran muy concentradas. Varios estudios demuestran que las democracias también suelen ser más “previsoras” y, de hecho, son más propensas que las autocracias a demostrar solidaridad intergeneracional en cuestiones relaciona- das con medidas políticas importantes. ¹¹
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