Anuario 2024 de Cotec

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Innovación y democracia

¿Qué hacer? Unas políticas educativas audaces ante la recesión democrática

Despolitizar. Politización o profesionalización es el dilema shakes- peariano de la educación contemporánea. La politización es una plaga para la educación: ningunea al profesorado y hace que la profesión docente sea menos atractiva. Despolitizar la educación implica profesionalizar el sector, creando las condiciones para que crezca el capital profesional de los profesores y el capital institu- cional de los centros educativos. El primer paso para conseguirlo es abordar las políticas de selección, reclutamiento y motivación/ compensación del profesorado. En España, el atractivo de la pro- fesión docente está sufriendo, como en todas partes, si bien es aún bastante alto, comparativamente hablando. Sería viable, pues, subir el listón de exigencia para la selección de nuevos docentes, y acompañar esa subida de otras medidas relacionadas con las condiciones de trabajo y la compensación. El actual sistema de oposiciones para el acceso a la docencia necesita una reforma pro- funda, hasta el punto de que tendría sentido eliminarlo y diseñarlo de nuevo. Igual que el capital profesional de la salud pública está en los hospitales y centros de salud, el capital profesional de la educa- ción está en las escuelas y los institutos. No se puede adquirir en otro sitio y, por tanto, ahí se tienen que formar fundamentalmente los nuevos profesores. Esto no quiere decir que la formación en la universidad deba reducirse. Lo que hace falta es una formación dual, por así decir, donde el contrato entre la universidad y el centro educativo se reescriba por completo. Despolitizar la educación es invertir en el capital profesional de los educadores, crear comunidades profesionales de aprendi- zaje en cada centro y, más allá, en redes de centros que también puedan aprender unos de otros. Fortalecer el liderazgo profesional ha de ser siempre una prioridad en la educación, y lo es todavía más cuando el liderazgo político es débil o está fuertemente condi- cionado por la polarización. Desburocratizar la vida cotidiana de los directores de los centros y del profesorado es también parte de la agenda de la despolitización de la educación. Asimismo, para que el profesorado pueda concentrarse en su trabajo, hay que movilizar a todas las profesiones dentro del sistema educativo, incluido el personal de apoyo y el no docente.

Más Estado, menos Gobierno. Trabajar para el Estado es trabajar para el ciudadano contribuyente. Trabajar para el Gobierno es tra- bajar para el ciudadano votante. Las dos cosas son importantes y legítimas. En un servicio público del que dependen el bienestar y la competitividad del país, la cuestión es capital. Los riesgos inhe- rentes a la politización de sectores como el educativo se pueden mitigar con la creación de agencias intermedias que, siendo públi- cas, se encuentren más cerca de los ciudadanos que del Gobierno y más a salvo de que sus responsables sean elegidos por su orto- doxia política y no por su competencia profesional. Aun a riesgo de que se incremente la burocracia y de las tentaciones tecnócratas, las políticas relacionadas con el estado de bienestar y la prospe- ridad compartida necesitan más Estado y menos Gobierno. Así, el rol del Gobierno en la educación tiene que centrarse en establecer las condiciones, empezando por las financieras, para el empodera- miento de quienes trabajan en el sistema educativo (para el Estado). No se trata del empoderamiento, tan de moda, al que me gusta lla- mar “síndrome de L’Oréal” —“porque yo lo valgo”—, sino del empo- deramiento profesional —porque yo tengo la responsabilidad—. Pongamos un ejemplo concreto entre los muchos posibles: es urgente contar con una agencia independiente de desarrollo curricular. Puede ser cierto que el saber no ocupa lugar; pero adqui- rirlo ocupa tiempo, y mucho. Las decisiones sobre qué aprender en las aulas, si bien son una cuestión política, no pueden seguir politizándose indefinidamente, entre otras cosas porque el riesgo de adoctrinamiento se hace inmitigable. Tampoco pueden estar dictadas por los “mercados” y menos por ideólogos e influencers de todo pelaje y condición. Hacen falta profesionales para hacer este trabajo; personas independientes que pongan los intereses presentes y futuros de los estudiantes por delante de cualquier otro interés, por legítimo que este sea. Más investigación, más evaluación y más transparencia. Nuestro sistema educativo no debe continuar funcionando de manera opaca. En cierto modo, somos como los hipocondriacos que no se hacen análisis porque piensan que gracias a eso nunca se pon-

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