Anuario 2024 de Cotec

Quince visiones

Humanidades

Andrea Marcolongo

Todo el mundo quiere ser libre, ¿no es así?

I ndudablemente la libertad es uno de los instintos más nobles del ser humano, en nombre del cual se han organizado ideologías y revueltas. Ser libre es un derecho legítimo y sacrosanto, pero siem- pre implica una capacidad fundamental: saber utilizar la libertad y darle sentido porque, si se desperdicia, se transforma en pereza y encarcelamiento. Todos queremos ser libres de algo o de alguien, pero muchas veces no sabemos qué hacer con esta libertad democrá- tica por la que tantos héroes han luchado y siguen luchando en otros lugares del mundo. Para poder ser plenamente libres, debemos ante todo saber elegir bien del menú de mil propuestas que nos presenta la vida, algunas deliciosas, otras mucho menos. Sin ceder nunca a la tenta- ción de pedir a otro que decida por nosotros, porque esto significa renuncia y cobardía, es decir, esclavitud. La libertad se ejerce mediante elecciones, opiniones, erro- res si es necesario: este es precisamente el mejor ejercicio que nos proponen las humanidades, un saber antiguo y puro frente al cual no se puede mentir, siempre hay que elegir (como mucho puedes copiar, pero esa es otra triste historia). Para un adolescente, el hecho de encontrarse ante ideas difíciles y conceptos más grandes que él ofrece una excelente preparación para la vida venidera, mucho más complicada que una obra de Tucídides: gracias al esfuerzo heroico que requiere la cultura clásica, se puede desarrollar la habilidad crítica que realmente permitirá a los jóvenes y a una sociedad entera llegar a donde quieren ir. Aprender a elegir críticamente para vivir libre (y feliz, otro concepto clave): esta es una de las principales aplicaciones prác- ticas de las humanidades. No está mal, ¿verdad? La segunda ventaja concreta que nos ofrecen proviene del ahorro de tiempo: estudiar los clásicos evita muchos problemas, aproximaciones, vacilaciones y esperas. Sé que lo que digo parece absurdo y paradójico, pero es así: cuanto más tiempo pasa un joven en compañía de los antiguos griegos y latinos, más rápido y seguro encontrará su camino. Por esto, todas las tardes que se dedican a aprender textos difíciles e ideas lejanas se pueden considerar una excelente inversión tem- poral: un día todos esos minutos y esas horas que se han quitado a actividades más superficiales y placenteras serán devueltos mul- tiplicados por diez. ¿Cómo ahorrar tiempo con las humanidades? La ventaja consiste justamente en evitar perderlo en errores inútiles, en ton- terías ingenuas, en confusiones que se pueden anticipar y escurrir.

Es evidente: todo lo que constituye, con sus alegrías y tris- tezas, ese mosaico que es la vida humana, ya ha sido analizado y estudiado por los antiguos. Ellos ya vivieron lo que estamos viviendo hoy y principalmente lo que viviremos mañana, todos nuestros éxitos, todas nuestras caídas, todas nuestras soledades. Los pensadores clásicos quisieron, sobre todo, analizar racional- mente el arte de vivir para comprender su significado a través de un invaluable trabajo de reflexión y selección. No hay tragedia ni comedia de la vida que los griegos y los latinos no hayan puesto a prueba en su literatura; cada uno de los pensamientos que nos dejaron fue testado en el banco de pruebas de la vida humana. ¿Este verso, esta idea nos ayuda a vivir, o al menos a con- solarnos?, se preguntaban: si la respuesta se consideraba positiva, entonces ese conocimiento antiguo nos fue transmitido, o en caso contrario simplemente fue abandonado y olvidado. Y así, genera- ción tras generación, hasta llegar a nuestros hijos y los libros que llevan en su mochila. Por lo tanto, los estudiantes pueden considerar las huma- nidades como una especie de TripAdvisor de la existencia: sea cual sea su necesidad, sea cual sea el momento por el que están pasando, los griegos y los latinos ya lo vivieron y pensaron en ello, intentando encontrarle un significado y trasmitirlo. En conclusión, las humanidades nos ofrecen la posibilidad de ahorrar tiempo (y mucho dolor) a través de conocimientos garan- tizados por su escrupulosa selección a lo largo de los siglos, sin tener que deambular por la oscuridad con la linterna de Diógenes en las manos, con el riesgo de caer a un barranco a cada paso. Este conocimiento ancestral nos ofrece el manual de instruc- ciones de la vida y sobre todo del futuro: es suficiente abrirlo para sentirnos menos solos y menos perdidos ante cualquier elección. Seguimos confiando en aquellos hombres y aquellas muje- res que pensaron y crearon antes que nosotros: el futuro que cons- truyeron es nuestro presente. Creemos en sus esfuerzos, en sus errores, en sus lágrimas y en su tenacidad. Aprovechemos sus enseñanzas, sus alegrías, sus bellezas. Si los antiguos persistieron en intentar dar sentido a la vida, Nuestra es la responsabilidad de seguir pensando y creando un futuro humanista para trasmitirlo a los que vendrán. lo hicieron ante todo para transmitírnoslo a nosotros.

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