Q. What are some of the biggest takeaways from participating in the 2019 Fast Track? HONREMOS ANUESTROS VETERANOS MAYORES
El océano Pacífico protegía a Estados Unidos de la expansión cancerosa del Tercer Reich de Hitler. Sin embargo, cuando Estados Unidos lo cruzó para ir a la guerra, Alfonso Dinola, que entonces tenía 17 años, no dudó. Su postura política era simple y directa: “Hitler era un loco de atar; eso es todo”. El patriotismo de Alfonso era puro: “Lo hice porque era lo correcto; todos hicimos nuestra parte”. En sus propias palabras: “Un amigo y yo fuimos a la estación de reclutamiento de Albany, Nueva York, y nos unimos a la marina. Todos mis amigos, mi hermano y mi primo se enrolaron. Nuestros padres firmaron los documentos, y una semana después yo iba camino a Samson, Nueva York, para un entrenamiento de seis semanas”. Lo enviaron a Pensacola (“¡Jamás había oído hablar de ese lugar!”, comenta Alfonso), donde tuvo su primera experiencia con el sol de Florida (“¡Cómo me quemé con el sol!”) y vio su primer huracán. “Fue escalofriante ver el agua superar los rompeolas de dos metros y medio de alto”. Lo asignaron a una Marinero Alfonso DiNola
tripulación costera, y con el tiempo ascendió a capitán. Su misión era inmensa: mantener a salvo la costa atlántica. Los equipos costeros controlaban el encallado y el repliegue de los navíos embarcados, y dirigían el flujo de personal y materiales a través de la costa. Las unidades costeras controlaban el embarque de navíos, el transporte en barcaza y los vehículos anfibios, coordinaban el traslado de equipamiento, tropas y vehículos de abastecimiento, y monitoreaban el viento y las condiciones para surfear. Alfonso también habla con orgullo del servicio militar de su esposa. “Angie estuvo en el programa de tanques en 1947 y 1949; ¡una verdadera Rosie, la remachadora!”. Al igual que todos los patriotas, él hizo a un lado su vida privada para servir a su país, por lo que aprovechó una licencia de 15 días en 1945 para contraer matrimonio con su novia de 17 años. “Este junio, habríamos estado casados por 74 años”, señala con melancolía. “Cuando regresé a Florida, encontré un pequeño
apartamento para nosotros y la mandé llamar, y permanecimos allí hasta que me dieron licencia para regresar a casa. La nación nos dio la bienvenida con los brazos abiertos. Volví a trabajar en el depósito del ejército, donde había estado cuando empezó la guerra, y Angie siguió trabajando en el puesto comercial de la marina”. Hay una humildad sorprendente en ese sencillo resumen de su servicio en la Segunda Guerra Mundial. No obstante, la experiencia de la guerra lo marcó profundamente. Hasta el día de hoy, influye en la forma en que ve el mundo y lo hace pensar en los lugares en donde el conflicto se llevó a cabo. “Cuando íbamos a Alemania —un país hermoso—, aún podíamos ver todo el daño de la guerra, la demolición de una catedral”, comenta. “En Luxemburgo, vimos los cementerios estadounidenses. En Europa todavía erigen monumentos para agradecernos por haber ido a salvar sus países y rescatar a la gente”. Él habla con gratitud del hecho de que las bombas nunca cayeron aquí. “Fuimos
54 JULIO 2019 | MELALEUCA.COM
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