Nuestros guerreros del frente interno
Durante su tiempo en la guerra, muchas vidas dependían de la habilidad y del servicio abnegado del marinero Alfonso Dinola. La victoria más grande en la guerra vino como resultado de ganar en el frente interno, así como también fuera del país. ¿Dónde estaríamos hoy sin nuestros valientes pilotos y hombres como Alfonso que los alistaron para volar y combatir contra el enemigo? Él hizo posible que ellos tuvieran alas para ir a la guerra. Jamás debemos dejar que el patriotismo de nuestros veteranos muera con ellos. Cada generación debe honrar su servicio y sacrificio no solo agradeciéndoles, sino también tomando el estandarte que aún flamea sobre el hogar de los valientes y la tierra de los libres.
Derechosdeautor:AnitaDavisPhotography,JupiterFL Alfonso con su hija la Directora Ejecutiva Barbara Gill.
Los veteranos que sobrevivieron a la guerra rara vez hablan al respecto, excepto para expresar gratitud por la victoria. Un respetuoso silencio sella esas experiencias, las cuales son demasiado horrorosas para describirse y demasiado dolorosas para recordar. “Debemos agradecer que hayan vivido hombres como ellos”. —General George S. Patton
Hay muchas cosas extraordinarias acerca de la batalla de Normandía, el combate denominado “el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial”, pero no muchas de ellas son tan inesperadas como las históricas fotografías de los serenos rostros de hombres que estaban a punto de morir por su país. Apretados dentro de barcazas que los transportaban a playas mortales, los soldados llevaban semblantes introspectivos y calmos. No hay lágrimas; no hay ira. Entre los paracaidistas que están a punto de lanzarse sobre el campo de batalla, cada rostro demuestra tranquilidad. ¿Cómo pudieron hacerlo —saltar desde el aire y desde embarcaciones y abrirse paso entre olas hela- das, camino a la muerte— con toda serenidad en el rostro? Si el corazón estaba a punto de estallarles en el pecho, no lo demostraron. Los esperaba una costa de 3,900 km, atrincherada con estacas de madera, trípodes de metal, alambre de púas y 4,000,000 de minas bajo tierra. Sobre los riscos había puestos de artillería nazis altamente fortificados. Ola tras
ola, 15,000 soldados de infantería aliados fueron aniqui- lados por las ametralladoras que disparaban desde arriba mientras la peligrosa arena explotaba bajo sus pies. No se detuvieron. La costa se transformó en un sangriento man- to de cuerpos humanos, y las tropas tenían que abrirse paso entre sus camaradas caídos para poder avanzar. No retrocedieron. Su victoria cambió el curso de la guerra. Menos de un año después, el 7 de mayo de 1945, Alemania firmó una rendición incondicional. Le debemos nuestro país, nuestra libertad, nuestra paz y nuestra prosperidad al increíble valor de esos hombres. Para prender fuego la bandera de Estados Unidos solo se necesita un fósforo. Para desplegar la bandera y mantener encendida la llama de la libertad se requiere una valentía sin igual. Nuestros héroes caídos hicieron el mayor sa- crificio: dieron su vida por las generaciones futuras; por nosotros, por nuestros hijos y nietos. Gracias a nuestros veteranos. Les debemos todo. TP
56 JULIO 2019 | MELALEUCA.COM
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