expandida» (Díaz y Freire, 2012; Martínez Rodríguez y Fernández Rodríguez, 2018), que hace referencia a la expansión de los procesos educativos fuera de las fronteras de lo formal y lo académico; otros el concepto de «aprendizaje ubicuo» (Cope y Kalantzis, 2009) que apunta a que el aprendizaje es algo que puede suceder en cualquier momento y en cualquier lugar; y, por supuesto, otros autores afirman que la escuela y los centros educativos necesitan de forma urgente integrarse de forma más efectiva en estas nuevas prácticas en las que la ciudadanía se ve inmersa, apostando por un modelo de escuela-red. (Adell y Castañeda, 2013; Buckingham, 2010; Martín-Barbero, 2015). En este escenario, la institución escolar está experimentando un relativo declive, caracterizado por la incertidumbre y lo volátil/líquido de los tiempos que vivimos (Bauman, 2013) y por la profunda desafección con la que los jóvenes viven su paso por la misma (Corea y Lewkowicz, 2004). Un sistema escolar con poca presencia de pedagogías y prácticas de aprendizaje que resulten atractivas, estimulantes, desafiantes, provocadoras y/o creativas para estos jóvenes (Acaso y Manzanera, 2015; Alliaud y Antelo, 2009) y sobre el que distintos estudios empíricos relacionados con procesos de innovación disruptiva (C. M. Christensen, Raynor, y Mcdonald, 2016; Cobo, 2016) han analizado y mostrado que existe la necesidad de repensar y modificar en clave conectivista todas las restricciones que acaban por convertir las instituciones educativas formales en máquinas de estandarización, para entender así el conocimiento como algo interdependiente que se distribuye en red (Siemens, 2005) y de este modo, se utilicen nuevos formatos y soportes poco ortodoxos. Es, por tanto, en este momento y en este lugar, donde se observa una cierta existencia y apertura de experiencias educativas en instituciones educativas formales apoyadas en posicionamientos epistemológicos de tipo experimental y aplicado (Piscitelli, 2010), en contextos donde los entramados mediáticos y comunicacionales propio de la denominada «sociedad aumentada» (Farrés i Prats, 2014) tienen un peso muy relevante. Estas son nuevas experiencias que mediante proyectos «disruptivos» tratan de expandir la educación institucionalizada experimentando con nuevas formas de interacción social y de recontextualización del funcionamiento y rol de las instituciones de aprendizaje formal (Wesch, 2009); experiencias en un escenario knowmad (Moravec, 2013) donde distintas culturas (orales, musicales, audiovisuales, narrativas y digitales) se encargan de activar el componente lúdico de la acción ciudadana y de la participación sociopolítica inclusiva (Morduchowicz,
Nómadas del conocimiento en contextos pedagógicos emergentes Fundación COTEC para la Innovación (#PIA2017)
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