Marcon, Sylvestre, y Ballestrini, 2012); proyectos que parecen aumentar el compromiso e interés de los jóvenes, generando en ellos nuevas formas de cooperación y de colaboración e incorporando valores, contenidos y procedimientos característicos de una sociedad democrática que prima el generar vínculos y experiencias de trabajo junto al entorno social (Hargreaves y Hartley, 2016; Jacoby, 2014). En definitiva, nuevos desarrollos de metodologías de aprendizaje de tipo disruptivo que convierten las aulas en laboratorios de ideas que permanentemente buscan la producción, la participación y el aprendizaje distribuido como desafío ya no técnico, sino cultural (Groom y Lamb, 2009). El concepto de pedagogía disruptiva aparece en la literatura científica de los últimos años especialmente ligado a aspectos tecnológicos, tanto en Educación Secundaria como en otros niveles educativos, sobre todo a partir de que Bower y Christensen (1995) acuñaran el término «tecnología disruptiva», definiéndolo como un artefacto o propuesta de valor radicalmente diferente a lo disponible hasta el momento, que ofrece nuevas prestaciones apreciadas inmediatamente por los usuarios, de manera que modifican así el contexto y sus necesidades. Trasladando este concepto al espectro educativo, Hedberg y Freebody (2007) describieron como pedagogía «disruptiva» aquellos procesos educativos donde la integración tecnológica crea «cambio en las aproximaciones docentes porque anima a llevar a cabo nuevas formas de enseñar y de aprender» (p. 8). Mientras que, en investigaciones posteriores, autores como Vratulis, Clarke, Hoban y Erickson (2011) definen la disrupción como el proceso donde las tecnologías digitales están integradas para apoyar prácticas de aula que, habitualmente, son dirigidas por el profesorado. El modelo disruptivo, entendido desde esta visión tecnológica, requiere modificar los procesos de enseñanza para moldearlos a las necesidades de las tecnologías que se empleen. Hedberg y Freebody (2007) señalan que las características que tiene que tener un proceso pedagógico para ser potencialmente disruptivo son: 1) Produce cambios observables en la enseñanza/aprendizaje; 2) Desarrolla actividades que requieren secuencias pedagógicas genéricas que pueden ser aplicadas en distintas áreas de lo curricular, favoreciendo así el aprendizaje interdisciplinar; 3) Anima a utilizar distintos modos de representación más allá de lo textual; 4) Activa el compromiso y la motivación. Favorece interacciones que activan la construcción social y significativa del conocimiento; 5) La evaluación se entiende como un proceso y 6) Puede utilizar repositorios de tipo digital para potenciar la expansión del conocimiento.
Nómadas del conocimiento en contextos pedagógicos emergentes Fundación COTEC para la Innovación (#PIA2017)
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